Translation State

Hace unos años se publicó Ancillary Justice, de Ann Leckie, una novela multipremiada que le supuso el inicio de una carrera fulgurante. Visto desde la perspectiva del tiempo pasado y teniendo en cuenta que no seguí con la saga, no puedo afirmar que su lectura tuviera un impacto duradero en mí. Pero, como este año volvía al mismo mundo con Translation State, pensé que sería un buen momento para volver a engancharme a la autora. O no.

El libro tiene tres puntos de vista diferentes. El primero que nos encontramos es el de Enae, que tras haber estado cuidando a su abuela se encuentra que la fortuna que parecía que esta poseía era ilusoria. Como recompensa por sus desvelos, se le ofrece un puesto más ceremonial que otra cosa liderando la búsqueda de una persona desaparecida hace 200 años. Pero lo que no es esperaban es que se tomara realmente en serio esta misión diplomática.

Reet es adoptado y nunca ha parecido encajar totalmente en la sociedad. Cuando se descubre que puede ser descendiente de un linaje que tiene un numeroso grupo de seguidores con aspiraciones políticas, se deja llevar por la corriente, aún cuando no tiene claro lo que implicarán estos actos.

Qven es un intérprete Presgr y es el personaje más extraño de la historia. Su creación y crianza viene delimitada por estrictos protocolos y será lo que más extrañeza nos cause en la lectura de la novela, lo que hace este punto de vista el más interesante.

¿Es necesario haber leído la trilogía entera antes para leer el libro? Pues no, porque yo misma solo he leído el primero. ¿Se disfrutaría más conociendo todo el universo? Seguramente sí, aunque esto es pura especulación por mi parte. La novela se anuncia como de lectura independiente y doy fe de ello, aunque haya inevitables cameos.

Translation State por desgracia, no consigue cuajar de forma atractiva estos tres puntos de vista. Leckie maneja muy bien el punto de extrañeza, la confrontación con “el otro” en la parte de Qven, pero los otros dos protagonistas se quedan un poco cojos. Es muy de agradecer el tono eminentemente optimista y de buen rollo que hay en toda la novela, en la que muchas acciones y decisiones que se toman son en pos del bien común, no del beneficio propio. También me interesan los distintos puntos de vista sobre lo que es realmente ser humano o no, pero es al conjugar todos los elementos cuando nos damos cuenta de que le falta algo al conjunto. Y no es humor, que lo tiene, ni su parte de body horror, que también está presente. Puede ser que las expectativas fueran demasiado altas o que el tema principal de la novela se diluye conforme van avanzando las páginas, pero no me ha parecido una novela redonda.

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