The Justice of Kings

The Justice of Kings no es una novela de fantasía al uso, pues aunque tiene magia e intrigas políticas, tiene un tono mucho más pausado que el habitual y está más centrado en la investigación y en el reparto de justicia que en otros tropos más utilizados en la fantasía. La relación entre la narradora y el personaje principal, se asemeja mucho a la de Adso y Guillermo de Baskerville en El nombre de la rosa, como investigador principal y aprendiz que cuenta sus vivencias con posterioridad, bajo el pesado velo de los años que han pasado y que tiñen sus experiencias con una pátina deslustrada y cínica.

Aunque el Justicia del Rey es Vonvalt, como toda la narración la vemos a través de los ojos de su secretaria Helena, este personaje que podría ser muy atractivo pierde gran parte de su fuerza. Sus poderes de nigromancia y de uso de la voz (como método de persuasión mágico), los vemos muy en segundo plano, como en general todas sus actuaciones. Aunque el ritmo es bastante correcto, la trama de fondo queda un poco en entredicho cuando todo pasa por el tamiz de una joven inexperta que duda de que su auténtico camino sea convertirse en Justicia, con una gran inocencia juvenil a pesar de la experiencia callejera que se le presupone por sus orígenes y que se pasa gran parte del libro replanteándose lo que creía conocer con antelación.

El trasfondo de libro es el enfrentamiento entre la moralidad y la justicia, con un conflicto entre los distintos poderes del reino que sin duda servirá de escenario para las siguientes entregas de la serie. Asistimos al avance de la corrupción en las fronteras, donde los más avariciosos no dejan pasar la oportunidad de enriquecerse a expensas del más débil.

Uno de los principales problemas de la historia es como he dicho con anterioridad el punto de vista escogido por el autor, que nos escamotea información y que supone un lastre durante la nada desdeñable longitud del libro.

Decir que lo más destacado de una novela sea la portada no es muy halagador para la obra en sí, pero merece la pena destacar el impresionante trabajo de Martina Fackova.

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