The genome

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Tan entretenida como intrascendente. Con esta simple frase se puede resumir la novela The genome, del afamado autor Sergei Lukyanenko.

El punto de partida de The genome es prometedor. Si los padres así lo desean, se puede modificar el genoma de los hijos para que se especialicen en una labor, dando lugar a un tipo de humano llamado spesh. Por ejemplo, los ingenieros especializados en el mantenimiento de los reactores de las naves especiales modifican su cuerpo para hacerse invulnerables a la radiación. Si los progenitores no especifican nada, sus hijos serán “naturales”, algo que puede cerrarles muchas puertas.

El protagonista de la novela es Alex, un “pilot-spesh”. Su especialización le lleva a preocuparse por todo el mundo, así que cuando una joven se ve en apuros la ayudará a través de su proceso de transformación en spesh. Sin embargo, este no será el punto final de su unión.

El autor divide la novela en varios actos que podrían considerarse de estilos distintos, siendo el más interesante la historia detectives en la que se resuelve un crimen en un habitación cerrada. De hecho, el homenaje a Sherlock Holmes es más que evidente.

Por desgracia, lo que podría dar lugar a interesantes argumentos sobre el libre albedrío y el trabajo multidisciplinar frente al corsé que supone la excesiva especialización se ve atrapado en un vórtice descendente, en el que la única pregunta que importa parece ser porque los pilotos son incapaces de amar debido a su programación genética (sic).

Esto unido al machismo poco velado que desprende la novela (toda la tripulación quiere acostarse con el capitán, por que… es el capitán), hace que el resultado final no me acabe de convencer.

Hay algunos personajes interesantes, especialmente la entidad incorpórea que conoceremos durante la novela sobre la que no quiero dar más pistas por no desvelar la trama. No obstante, a pesar de los esfuerzos del autor, la novela se queda en un simple entretenimiento, un homenaje a la figura creada por Arthur Conan Doyle y una decepción porque podría haber dado mucho más de sí.

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