Emberclaw

Aunque la primera parte de la duología Dragon Scales, titulada Dragonfall no fue una de las mejores lecturas del año, sí que me dejó con curiosidad por saber cómo acababa la historia. Emberclaw cierra el mundo y, aunque mejora respecto a la primera entrega, tampoco acaba de ser una obra redonda, así que tendrá que pasar algo de tiempo hasta que vuelva a intentarlo con L.R. Lam. También es posible que tenga algo de sobredosis de romantasy, la verdad sea dicha.

La historia continúa donde quedó al final de la primera entrega, con Arcady y Everen separados y sin sentir la unión que quedó a medias en su momento. Arcady busca la oportunidad de estudiar en la Academia, a pesar de sus problemas económicos y aparecerá una oportunidad dorada en forma de desafío mágico que tiene como premio una beca completa. Everen ha vuelto a su mundo draconil, que continúa en crisis.

Si bien es cierto que se nota que los personajes han madurado a lo largo de las páginas de la serie, sigo notando que la prosa de Lam no llega a la altura de lo que quiere narrar y se pierde mucho en circunloquios que no llevan a ninguna parte. El ritmo del libro, por lo tanto, se convierte en moroso y las amenazas que penden sobre ambos mundos se desarrollan a cámara lenta, de manera inexorable y también un poquito enervante.

El exceso de puntos de vista tampoco favorece ni al ritmo del libro ni a sus tramas. Algunas veces los capítulos narrados desde los personajes secundarios parecen de relleno y se nota que no están muy equilibrados, quizá por desinterés de la autora o por que no ha conseguido que los personajes conecten con el lector de la misma manera. Entiendo que es difícil buscar ese balance, pero he leído suficientes libros con distintas perspectivas como para saber que es posible conseguirlo.

Es cierto que la autora ha corregido varios de los errores del primer volumen, pero si lo ha hecho cayendo en otros distintos en Emberclaw, en realidad no podemos hablar de mucha evolución. Es por esto que no puedo recomendar la serie, aunque el punto de partida era muy llamativo.

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