Como ya he mencionado en algún post anterior, este verano he intentado ponerme al día con algunas lecturas que no son de rabiosa novedad. Hace unos años se publicó Wormhole, una colaboración entre Eric Brown y Keith Brooke, que parte de una premisa irresistible: una investigación de asesinato con una diferencia de tiempo de 80 años. ¿Dónde entra la ciencia ficción en esto? Pues que la principal sospechosa del caso partió de viaje en una nave destinada a otro mundo, supuestamente destruida en los primeros años de viaje interestelar.
Las dos líneas temporales en las que se basa la novela acaban confluyendo, como podríais suponer. La primera de ellas, situada en la Tierra en el 2190, comienzo en el departamento de “cold cases” de Londres. Investigaciones, normalmente de asesinatos, que en su momento no se pudieron resolver y que en este presente, con nuevos medios asignados a ellos, podrían tener nuevas pistas o incluso, soluciones. La segunda tiene lugar en la nave espacial que supuestamente explotó y que ahora ha llegado a su destino. Una tecnología que ni siquiera los propios astronautas sabían que llevaban con ellos permite construir un agujero de gusano que conectará la Tierra con este nuevo planeta. No es spoiler, lo dice el mismo título de la novela.
He de decir que me lo ha pasado muy bien tanto con la investigación policial como con la parte de exploración del nuevo planeta, en dos líneas separadas pero condenadas a encontrarse. Ambos hilos son claramente ciencia ficción, mientras que uno se puede considerar de especulación sobre un futuro relativamente cercano, el otro es una novela de exploración espacial y posible primer contacto. Si bien es cierto que la parte “científica” de la novela no se sustenta en la ciencia propiamente dicha, si no más bien en la confianza en que la humanidad va a seguir avanzando en la investigación de los telómeros para conseguir tratamientos de rejuvenecimiento. El propio agujero de gusano y la tecnología en la que se sustenta simplemente se descubre y así se puede utilizar para ser el novum que mueve la novela.
Me cuesta decantarme por una u otra parte de la novela, ya que ambas se encuentran bastante equilibradas. La investigación terrestre es intrigante y adictiva, con su poquito de crítica social, mientras que el nuevo planeta en el que aterriza la nave, ese nuevo Edén que encuentran también es apasionante.
Recomiendo leer Wormhole a cualquier aficionado a la ciencia ficción con su misterio incorporado. No os decepcionará.

