La Chica Zombie, de Laura Fernádez: Una metáfora agusanada

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Zombies en la sopa

De un tiempo a esta parte no se le puede dar un puntapié a una piedra sin encontrar bajo ella una novela, un tebeo o una película de zombies. Los zombies son una de las últimas modas del género fantástico y parece que su popularidad ha trascendido las fronteras del horror para introducirse, por una puerta bastante grande, en el mainstream de la cultura pop. Con variantes más o menos originales, los muertos vivientes se han situado, de una forma u otra y repetidamente, entre los finalistas de los premios Hugo, entre las series de televisión más populares, y entre las superproducciones de cine más esperadas. También han infectado las grandes obras de la literatura universal, ¡e incluso han llegado a la filosofía de mano de Anagrama y Jorge Fernández Gonzalo en un ensayo  que, maldita sea, tiene todo a su favor para ser una lectura estupenda! ¿Por qué? ¿Como es posible? ¿Qué hemos hecho los sufridos lectores para merecer esto? Valga decir que ya van dos años seguidos en los que leo sendas novelas excelentes —Raising Stony Mayhall, de Daryl Gregory, y la maravillosa The Girl With All the Gifts, de M.J. Carey— centradas en la figura del muerto viviente, y que sigo con interés la serie de televisión de The Walking Dead, pero mi experiencia con el género Z está siendo una de cal tras una de arena: no creo que Los Caminantes de Carlos Sisí pase de ser entretenido (cosa que es y mucho) y el Red Zone de Macu Marrero, el próximo libro que aparecerá por la Biblioteca de Ilium, me parece una de las novelas más torpes que he leído en mucho tiempo. Y todo eso, me diréis, ¿a quién le importa? ¿No hemos venido aquí para hablar de La Chica Zombie? Stay with me, my friends…

consejos zombiesHace poco di con este artículo en Omnivoracious: “Why Zombies? A Defense of the Z Word”. Los principales puntos de la defensa del género Z propuestos por Robin A. Rothman, la autora del artículo, son (1) que los zombies no son personajes, sino parte del escenario, (2) que dan pie a la exploración de la ética del ser humano y (3) que cumplen, incluso, con una función como manuales de supervivencia ante una situación en la que los gobiernos pierden buena parte de su capacidad de reacción y el individuo se ve obligado a responsabilizarse de su propio destino (léase “catástrofe natural” y recupérense los vídeos sobre lo que sucedió en Nueva Orleans cuando llegó Katrina. El punto 3 me parece tan ridículo que ni siquiera lo voy a comentar (si no estáis de acuerdo decidlo en los comentarios y a ver donde lleva la discusión), mientras que la utilidad del punto 2 me parece casi nula por poco discriminante, pues lo mismo podría decirse de casi todos los grandes libros de la literatura y de muchos de los que no son tan grandes. El punto 1, en cambio, me da que pensar… me da que pensar que el género Z realmente no es para mí, pues si algo comparten los libros de zombies que me han gustado es que… los zombies NO son parte del escenario sino PERSONAJES. La otra posibilidad, claro, es que la articulista no haya sabido elegir bien el calibre de su armamento argumental y se haya fijado solo en detalles anecdóticos y, en el fondo, puramente cosméticos. Descartables por contraejemplo.

Ignoremos, por un momento, la absurdidad que representa defender un subgénero —Dejad que los libros se defiendan a si mismos. Que cada cual escriba y/o lea lo que quiera. Algunos libros serán buenos y otros serán malos— y hagamos un ejercicio de abstracción: ¿Cómo defender un subgénero basado en un detalle tan “material” como su inclusión en el argumento de un elemento X (donde X es igual a zombies, vampiros, corbatas de Snoopy o coches con matrícula acabada en 8, por decir algo)? Dejaré de lado, sin esnobismo, los argumentos de la familia de “es divertido”, demasiado inespecíficos para entender otra cosa que no sea la popularidad de ese grupo concreto de libros. Mi propuesta de trabajo es que el mejor argumento en torno al cual organizar esa defensa es el juego que dé X como metáfora. En este caso, el muerto viviente. Material de estudio: La Chica Zombie, de Laura Fernández. El libro de zombies menos Z del mercado.

Una inseguridad llena de gusanos

Todos ellos habían cogido un desvío.
Quizá un día, un día cualquiera, mientras rasgaban el sobre de azúcar ante una taza de café habían, simplemente (PLOF) desaparecido. Habían dejado de ser tipos aburridos y chicas tristes para ser ¿qué? El propietario de una tabacalera. Una cariñosa nutria. El genio de la lámpara. ¿Y eso les hacía más felices? Sí. ¿Por qué? Porque ponía el contador a cero. ¿Acaso no tenían algo que envidiar todas las absurdas contables de las compañías aseguradoras del mundo a las apacibles y en apariencia nada rencorosas nutrias? ¿Su despreocupación, quizá? Cuando eras una nutria lo único que te preocupaba era tener una trucha a mano.

chica zombie - coverCon ropaje de comedia negra de instituto, La Chica Zombie explica la historia de Erin Fancher, una adolescente que un mal día despierta aquejada de una extraña condición: está muerta. Y si a un adolescente más o menos adaptado a su entorno puede angustiarle una espinilla mal situada, ¿qué no le sucederá si todo su cuerpo empieza a cubrirse de llagas, gusanos necrófagos y la pestilencia propia de la materia orgánica en descomposición? Fernández sitúa la inseguridad de la adolescencia en el centro exacto de su novela y la convierte en una plaga que se extiende de personaje trastornado a personaje disfuncional en una espiral de irrealidad que culmina en un desenlace perfecto.

¿Es una novela juvenil? Sin duda contiene una, en el sentido que es una lectura que recomendaría a lectores adolescentes —se puede eliminar ese condicional: recomendarle el libro a adolescentes es un logro que ya he desbloqueado— por lo bien que refleja la ley de la jungla social en la que viven esos proyectos de persona, pero a una novela como esta le viene pequeña cualquier etiqueta genérica. Tras un disfraz de provocación fácil e histrionismo narrativo, La Chica Zombie oculta una sofisticación y un sentido del humor enormes. ¿Será “polla” la palabra más frecuente entre sus páginas? Posiblemente, casi siempre asociada a “chupar”, aunque quizás “puta” rivalice con ella… Y esa insistencia en recalcar todo —TODO— recurriendo a las itálicas y cortando (¡SNIP!) las frases con paréntesis onomatopéyicos y saltos de carro.

Muchos saltos (boing) de carro.

Muchos.

lauraEs un milagro, y da fe de la habilidad de su autora, que toda esa… le llamaré artificialidad… artificialidad que inunda el texto se traduzca en frescura, y lo logra gracias al dominio del estilo que demuestra Laura Fernández. Mi sospecha indemostrable es que en manos de otro escritor La Chica Zombie se hubiera quedado en mera boutade, pero Fernández consigue esa naturalidad paradójica que solo la reescritura rigurosa puede conseguir. Nada sobra y nada está fuera de lugar en un libro que recuerda, en sus mejores momentos, al Vonnegut amante de sembrar sus textos de motivos y de referencias cruzadas entre sus libros. Huelga decir que, si bien Laura Fernández comparte con Vonnegut el mismo amor por la caricatura, sus retratos transmiten (al menos a mi) un amor por sus personajes libre de la falta de esperanza del autor estadounidense. No hay, en toda la novela, ningún personaje que no sea disfuncional, pero tampoco hay (casi) ninguno que no se redima en algún momento a través de algún gesto, que en algunos casos es una duda o un simple pensamiento, que le convierta con una sola pincelada en un ser humano digno de comprensión. Son estas pequeñas epifanías, más del lector que del personaje, las que me llevan a decir que el tema del libro es la inseguridad y no algún otro como la estupidez, o la hipocresía. Si el libro contiene una novela juvenil esta está en la historia de transición a la edad adulta que explica, aunque en cierto sentido el propio texto niega esa transición y sugiere que la edad del pavo no se cura con los años. Los adultos de la novela están igual de mal adaptados a su entorno, si no peor, que los adolescentes del instituto en el que transcurre casi toda la historia.

Llama la atención la ambientación elegida para la narración, una pequeña ciudad estadounidense ficticia y, sobretodo, su instituto. Es un entorno inventado, artificial, que le sienta bien al tono irreal que permea el texto, que te arrastra a su mundo como un sueño inescapable y te obliga a olvidar las reglas del universo en el que vives. En esto Laura Fernández repite la paradoja de su estilo: llega a la naturalidad a través de la impostura. El entorno se hace real al hacerse muy presente y se hace indisociable de la historia y de sus personajes.

La Chica Zombie se cuenta entre los mejores libros que he leído este año. No tengo más que elogios para él y se lo recomiendo sin ningún tipo de reserva a cualquier lector que aprecie el humor negro. No os lo perdáis y no dudéis que esta no será la última vez que los libros de Laura Fernández aparezcan por aquí.

Todo eso está muy bien, pero ¿qué pasa con los zombies?

simpsons_zombies_500Entonces, ¿es un libro de zombies o no es un libro de zombies? Bueno, sale uno… Lo que me gusta de La Chica Zombie es que agarra la idea de los muertos vivientes, destila la metáfora —una de las metáforas posibles, al menos— y tira todo lo demás a la basura. En este caso, por recuperar los puntos de Rothman, el zombie no es ni un personaje ni un elemento del escenario, es una idea. La ética del ser humano se explora hasta el punto de practicamente convertir el libro en una fábula y… probablemente enseña más sobre la supervivencia que todos los libros de epidemias de muertos vivientes escritos hasta la fecha, pero de supervivencia útil, de supervivencia emocional en la jungla social en la que vivimos. Es un libro con zombies, con un genio de la lámpara y con adultos que con un a capa de amarillo podrían pasar por personajes de los Simpson, y es también el libro de muertos vivientes más verosímil que he tenido el placer de leer. ¿Que qué pasa con los zombies? Que solo sirven de algo si vas más allá de la superficie, y que si vas más allá de la superficie la figura del zombie se transforma y deja de importar su envoltorio. Entender eso es la historia de la chica zombie.

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