Past Crimes

Past Crimes es un thriller con toque de ciencia ficción de futuro cercano sobre los peligros de la inmersión total en la realidad virtual, que cumple una labor admonitoria para con la sociedad actual sin dejar de ser trepidante, aunque algo previsible.

La protagonista de la novela es Cassie West y su trabajo consiste en asegurar los derechos sobre los crímenes más terribles que se convertirán en simulaciones para el consumo de masas. La acción transcurre en el año 2037, una fecha muy cercana en el tiempo a la actualidad para alertarnos sobre la verosimilitud de su relato.

El negocio del entretenimiento no conoce barreras y la reconstrucción de crímenes reales mueve billones. Cuanto más truculento y maligno, mejor. Lo que no imagina Cassie es que pronto se convertirá en protagonista de uno de estos crímenes.

Jason Pinter basa su relato en la lucha contra el sistema, contra la automatización y el aislamiento al que nos someten los sistemas cada vez más perfeccionados de realidad virtual. Es quizá un tanto exagerado al mostrarnos las consecuencias de la pérdida de libertad, como cuando explica el sistema de acogimiento de huérfanos que más nos recuerda a un sistema carcelario futurista que a otra cosa, pero aunque la forma utilizada sea poco sutil, el mensaje subyacente sí va calando.

Tampoco es sutil con sus personajes, que son bastante maniqueos sobre todo el MAL representado por la todopoderosa corporación que no tiene escrúpulos para manipular los escenarios en busca del mayor retorno de inversión posible. No cabe duda de que contiene algunos deus ex machina para salvar las peores situaciones y creo que tiene material para un conversión cinematográfica que sería muy entretenida. El mensaje cala, aunque solo sea por la insistencia con la que nos golpea con un objeto contundente en forma de capitalismo desaforado.

También contribuye al ritmo la narración de Ellen Quay, muy adecuada para este thriller entretenido y trepidante.

The Tainted Cup

No sabía ni cómo empezar esta reseña de lo mucho que me ha gustado The Tainted Cup, la nueva novela “detectivesca” de Robert Jackson Bennett. Así que lo mejor creo que será empezar por el principio.

En una suntuosa mansión aparece muerto un capitán de la legión, pero digamos que el cadáver presenta algunas características especiales, como que la causa de la muerte sea el crecimiento espontáneo y extremamente acelerado de un árbol desde su interior. Este comienzo, que tiene mucha fuerza, sin embargo me recordó a The Hexologists, por eso que dicen de que no hay nada nuevo bajo el sol. Y puede que sea verdad, pero Robert Jackson Bennett consigue ofrecernos una novela fantástica con un mundo muy atractivo y un misterio tan enrevesado como atractivo.

Me encanta por ejemplo la “pareja protagonista” aunque el punto de vista del libro solo sea el de Dinios Kol, el asistente de la detective Ana Dolabra. Y aquí, empezamos con los elementos mágicos, si el árbol hipervitaminado nos os había llamado la atención lo suficiente. Kol es un Sublime, una persona modificada para tener unas determinadas características, en su caso una memoria fotográfica que resultará imprescindible para las investigaciones de Dolabra. Y es que en el mundo de Bennett, el Imperio ha volcado todo su conocimiento en la modificación de los humanos para un objetivo común, evitar los ataques de los gigantes marinos que en la temporada húmeda despiertan de su letargo y se lanzan contra las murallas del Imperio. Otras modificaciones permiten tener un físico privilegiado, una capacidad matemática sublime o desprender feromonas que despiertan la líbido de cualquier persona que pase cerca. Lo que más me gusta es lo bien entrelazado que está el misterio con estas capacidades mágicas y a su vez con la estructura del mundo, funcionando como un mecanismo de relojería.

Esta construcción de mundo tan maravillosa lleva aparejada también la creación de unos personajes destinados a perdurar en la memoria. No solo los mencionados anteriormente, es que hasta el secundario más irrelevante está bien descrito y rezuma vida. De verdad que nos encontramos ante un libro que es muy difícil dejar de leer, porque el ritmo es endiablado, acechan misterios y peligros en cada esquina y el reloj va desgajando los minutos que faltan para el ataque del leviatán que puede acabar con todos. Es una novela trepidante, escrita con mucho oficio, un muestrario de la portentosa imaginación de un autor que quizá sea poco conocido por estos lares. Con decir que me he alegrado muchísimo al saber que solo era el primer libro de una serie, os podéis imaginar lo redonda que ha sido esta lectura para mí.

To Cage a God

Con las lecturas del año pasado me di cuenta de que una parte nada desdeñable de lo leído pertenece al género romantasy, algo que me sorprendió pero que luego, con más reposo, vi que tenía mucho sentido. En la fantasía actual hay mucha tendencia a incluir tramas amorosas, a usar el enemies to lovers y en general, a dar más importancia a las relaciones interpersonales. To Cage a God es un buen ejemplo de esto.

Elizabeth May le da un barniz imperial ruso a su fantasía asemejando su mundo a los últimos años de los zares de Rusia. Es por lo tanto algo previsible parte del desarrollo de la historia, aunque la parte mágica sí que es más original. El poder que ostentan las clases más altas deviene de su relación con los dioses que habitan sus cuerpos, encarcelados de forma hereditaria. Resulta también interesante el paralelismo con la hemofilia de las familias reales de la época, que se refleja también en este mundo fantástico. Somos testigos de la magia y de la crueldad de la emperatriz en el primer capítulo, cuando asistimos a la destrucción de un pueblo entero en un ataque de ira.

Por otra parte, los rebeldes también han llevado a cabo sus experimentos mágicos y han conseguido que dos personas tengan un dios en su interior y puedan ejercer la magia, sin haberlo heredado genéticamente. To Cage a God nos irá mostrando la lucha de poder entre ambos estamentos.

Lo que parece ser muy interesante al principio, pronto se desinfla. Los personajes aparecen muy acartonados, y las relaciones entre ellos son previsibles en exceso. La trama está muy centrada en el palacio y la infiltración que llevan a cabo los rebeldes es, cuando menos, peregrina. La lectora del audiolibro, Sofia Engstrand, hace lo que puede, pero es que el material de partida es bastante pobre. Me temo que hay una acumulación de clichés importante y aunque reconozco que pueden resultar de interés las tramas amorosas, a mí me han dejado bastante fría. Tampoco es que se pueda destacar mucho la prosa de la autora. Es un libro perfectamente prescindible.

The Black Crescent

Tengo un amigo que dice que está enamorado de Marruecos: su cultura, su gastronomía, sus paisajes… Pues no me cabe duda de que a Jane Johnson, la autora de The Black Crescent, le sucede lo mismo. Basta con leer algunas páginas de su libro para ver que está escrito desde la admiración y el amor.

Vaya por delante que a pesar de la mención de djinns en la contraportada del libro nos encontramos ante una novela de ficción histórica, maravillosa pero que solo estrechando mucho los límites del género podríamos definirla como fantástica.

El momento temporal en el que se desarrolla la novela es el protectorado francés de Marruecos tras la segunda guerra mundial, un momento de gran inestabilidad política pero que, al menos para mí, es muy desconocido. El personaje principal es Hamou Badi y quizá su principal característica es lo buena persona que es. Un suceso de su infancia en una aldea perdida le empujará a una carrera como policía en la Suretè francesa, y esa dualidad entre su origen y su trabajo, le sitúa en una posición muy incómoda cuando los movimientos nacionalistas van resurgiendo con mayor fuerza. No obstante, su bonhomía se verá recompensada con creces por casualidades de la vida o por la influencia de los djinns.

Jane Johnson tiene una capacidad asombrosa para hacernos empatizar con los personajes, pero, sobre todo, para imbuirnos en la ambientación de cada escena. La descripción de los platos que prepara la vecina de Hamou, por ejemplo, haría salivar al más desganado. De la misma forma es capaz de describir la depravación y maldad de algunos personajes para que los odies de forma visceral, pero sin tener que recurrir a la casquería. La crítica a la sociedad colonialista está muy presente en el libro, ya que la autora decide resaltar más los valores de la cultura autóctona, concediendo en ocasiones las ventajas que han aportado los franceses, pero poniendo en duda que compensen la explotación brutal de los recursos de país africano.

The Black Crescent es un libro de cuatrocientas páginas, pero os puedo asegurar que se lee en un suspiro y que reconforta el corazón. Lo recomiendo mucho.

Afterworld

Al escribir esta reseña me debato entre lo poco que me ha gustado el libro y las sensaciones de angustia y repulsión que ha conseguido provocarme, ya que entiendo que hay que reconocerle esa capacidad de generar desasosiego y aprensión.

Afterworld es una novela apocalíptica en la que para preservar la vida en la Tierra y acabar con el cambio climático una IA decide acabar con la causa del problema: los humanos. Su solución es liberar un virus que esteriliza a toda la población humana y dejar que siga su curso. Lo peor no es eso, lo peor es que aplicando una lógica retorcida y malsana decide ser testigo de la existencia de los últimos seres humanos para dejar constancia de su existencia en la realidad virtual a la que supuestamente volcará las consciencias humanas.

En este libro no veremos héroes que se enfrenten contra su destino, si no que seremos testigos de suicidios en masa, hartazgo de vivir y desesperación por cada esquina. Le reconozco a Debbie Urbanski su capacidad para remover tus entrañas y hacértelo pasar mal.

No obstante, el resto del libro me parece un despropósito. Desde la elección del narrador, una IA encargada de novelar la vida de la última superviviente a la propia forma de contar la historia, con repeticiones y listas insoportables, con una especie de lógica fría que se aplica a cada párrafo pero que luego se rompe cuando quiere, con una obsesión enfermiza por el objeto de estudio… hasta el uso de recursos poco amigables como las definiciones de diccionarios, la reiteración insufrible de las descripciones de las acciones, la manipulación de la realidad, el abuso de los entornos de realidad virtual.

Y llegas al final del libro y te encuentras una relación “amorosa” enfermiza y tóxica que ya termina de rematar el mal cuerpo que te había dejado el libro.

Como detalle curioso, la autora menciona en los agradecimientos a Chat GPT.

Beautyland

A menudo me resulta más fácil darle una oportunidad a una obra de la que no tengo referencias si el formato en que lo leo es audiolibro, quizá porque lo puedo compatibilizar con otros temas de mi vida diaria o quizá porque la labor de los lectores profesionales es casi siempre bastante destacable. El caso es que he escuchado Beautyland sin demasiadas expectativas y aunque reconozco que es una novela bien escrita y entretenida, el barniz que tiene de ciencia ficción me parece una excusa para que Marie-Helene Bertino haga un repaso por los últimos cuarenta años de historia norteamericana y cómo los cambios van afectando a la vida de las personas, pero no esperéis encontrar especulación.

La premisa de la que parte es que, coincidiendo con el lanzamiento de la sonda Voyager 1, nace en Filadelfia una bebé que en realidad es un alien enviado para conocer la vida en la Tierra y comunicar sus investigaciones mediante faxes (sí, habéis leído bien, faxes) a sus superiores.

El libro sigue las aventuras y desventuras de Adina a una vida tan anodina como plausible, mientras intenta descifrar el sentido de la vida humana y cumplir su misión, aunque nadie le ha dado un manual de instrucciones sobre cómo hacerlo. Beautyland se transforma por tanto en una novela de rito de madurez, una exposición sobre lo bello y lo grotesco de la vida humana y sobre todo, una exquisita muestra de la alienación y de la otredad que siente un ser que se considera ajeno a todo esto.

La labor de la lectora Andi Arndt es muy buena, porque consigue imprimir al libro una pátina de frialdad, por definirlo de alguna manera, que se ajusta perfectamente a la forma de ser de la protagonista.

La novela tiene una estructura fragmentada, con idas y venidas temporales que nos permite ver el collage que forma la vida de Adina, pero también la de los compañeros de su viaje por el planeta Tierra. Los secundarios que la acompañan, desde su madre hasta Carl Sagan (por la obsesión de la protagonista con su figura no porque aparezca como personaje), están trazados de forma elocuente y resolutiva, para ayudarnos a situar en el espacio y el tiempo las aspiraciones de Adina.

Beautyland es un canto a la individualidad y al ser diferente.

The Black Coast

He disfrutado muchísimo con The Black Coast, una obra que a pesar de no ser una novedad muy reciente o precisamente por eso y por tener ya publicada toda la trilogía ha entrado en mi radar. Y me considero afortunada por ello, porque es una historia fantástica con perspectiva de género, con algo de magia y con un uso del idioma que parece chocante al principio pero que luego encaja perfectamente en el relato.

El libro comienza con lo que parece una escaramuza más de las muchas que sufren los poblados costeros de Narida, a manos de los temibles Irwenians. Esto nos puede recordar mucho a los ataque vikingos a las costas británicas y no iríamos muy desencaminados si no fuera porque Mike Brooks decide que los invasores en este caso vienen en son de paz, buscando asentamiento lejos de sus propias tierras, que penden amenazadas por un poder superior. Un poco como los movimientos de los pueblos germanos que se vieron empujados por los hunos a bajar por Europa.

Décadas de recelo y de mala sangre, así como el código de honor de los invadidos impedirían inmediatamente un entendimiento, pero el sentido común, quizá el menos común de los sentidos, prevalece y se llega a un acuerdo tenso e inestable para ambas sociedades. Pero que la sangre no llegara al río de primeras no significa que las diferencias culturales no dejen de provocar conflictos, para los que se necesitará mucha mano izquierda, sobre todo cuando se de a conocer el acuerdo al que se ha llegado entre los responsables de cada facción.

Sin entrar mucho más en el meollo de la novela, me gustaría hablar un poco más sobre cómo está escrita. Los dos pueblos que cruzan sus caminos hablan lenguas distintas y su concepción del mundo es tan distinta que a veces resulta casi imposible entenderse, por no poder expresar ideas que no tienen acogida en el idioma que se está aprendiendo. Por ejemplo, la cabecilla de “los invasores” empezará a llamarse a sí misma hombre porque en el idioma de Narida es imposible que una posición de poder la ocupe una figura femenina. Para esta situación quizá un tanto rocambolesca, el autor hace uso de un singular mayestático y varias perífrasis para reforzar el género percibido, que no tiene por qué ser el biológico. Como cuando se dice: “pues esta hermana tuya me dijo no sé qué ” en vez de decir “pues Lola me dijo no sé qué”. Como si hacer uso de los nombres propios no fuera suficientemente explícito en el lenguaje. Es una cosa muy curiosa y que a pesar de la extrañeza que cause en un principio, una vez se entra en el juego te permite entrever lo que piensan los personajes a través de los diálogos sin necesidad de monólogos interiores.

El clan invasor no conoce el papel y no tiene registros escritos, lo que sorprende sobremanera a los habitantes de Narida, ya que se preguntan entonces cómo saben qué pertenece a cada uno. Y la respuesta es lapidaria: si una persona no sabe si una gallina es suya o no, es que no le hacía mucha falta desde el principio.

Aunque hay poca magia a lo largo de la novela, hay dos puntos de vista un poco más marginales a lo largo del relato que yo creo que tomarán mayor relevancia en las siguientes entregas y van dejado el camino sembrado para lo que pretende recoger Brooks. Yo al menos no creo que pase mucho tiempo sin leer el siguiente.

The Sins of Kings

A veces es la cubierta de un libro lo que te impulsa a leerlo, aunque no conozcas el autor. Esa mano que mueve como un títere una corona fue lo que me llevó a The Sins of Kings, aunque luego me encontrara un libro escrito con oficio, pero poco original en sus pretensiones. Esto es algo que me sucede cada vez más con la fantasía, me acabo cansando del reino pseudomedieval envuelto en intrigas palaciegas y guerras por el control del terreno con el toque de magia que corresponda.

Una mano que maneja como una marioneta una corona de rey.

Daniel Thomas Valente tenía una idea muy ambiciosa en mente cuando comenzó a escribir esta novela y la serie a la que da comienzo y no negaré que sale bien parado en cuanto a la ejecución, pero de ideas me parece que iba un poco más cortito, porque tanto la dinastía que lleva siglos en el poder como la heredera que se camufla para parecer uno más entre el pueblo llano no son de lo más original que puedas leer en el género. Hay diversos puntos de vista y están bien equilibrados, es solo que me suena a historia ya conocida y repetida hasta la saciedad.

Es cierto que trata algunos temas de más profundo calado social que las batallitas entre ejércitos, como el racismo y la desigualdad social, pero creo que le hacen un flaco favor al compararlo con la obra de Abercrombie, que le da sopas con honda. El libro está bien escrito y se ve que el escenario está bastante trabajado y nos deparará alguna sorpresa en las posteriores entregas. Tiene un primero capítulo impactante, que luego se ve lastrado por una bajada en el ritmo de la aventura, debido principalmente a la presentación de los personajes, que son muchos, y a los cambios de punto de vista, que quizá necesitarían una revisión.

También suena bastante tópico la existencia de una “amenaza que vuelve desde el pasado” y en general, el tono de la magia a la que se hace referencia en el libro es muy del siglo pasado. No creo que sea imprescindible explicar cada regla de la magia y aplicarla como axiomas en el desarrollo de un libro, pero tampoco me gusta el “lo hizo un mago” de Lucy Lawless en los Simpsons, dicen que la virtud está en el equilibrio y aquí al menos no lo encontramos.

Para ser una primera novela me parece interesante y le veo potencial a la historia, acompañada por una prosa atractiva. Espero que se desarrolle el mundo de una forma más interesante y que el autor sea capaz de aportar alguna idea más novedosa en la siguientes entregas de la saga.

Lonely Castle in the Mirror

Hay veces que lees libros que vienen con una vitola de fama que te acaba pareciendo injustificada, y eso es lo que me ha pasado con Lonely Castle in the Mirror. No negaré que Mizuki Tsujimura trata un tema de gran relevancia en el mundo actual como es el bullying, con unas estadísticas aterradoras en Japón, pero la forma de hacer es un poco facilona, sobre todo por lo infladísimo de la primera parte del libro, que aunque remonta en la fase final no acaba de compensar el aburrimiento de los dos primeros tercios de la lectura.

El castillo al que hace referencia el título es una zona a la que acceden desde los espejos de sus cuartos siete estudiantes con problemas en el colegio, hasta tal punto que han decidido no ir a las clases. Allí les recibe la Reina Loba, que les explica cuál será su misión: buscar una llave escondida que concederá a quien lo consiga un deseo.

No es que empiece mal, podría considerarse una fábula con un pátina antigua, pero es que los estudiantes rápidamente se desentienden de la búsqueda y se dedican a jugar a videojuegos, cuando van al castillo que tampoco es todos los días. Y aunque la autora va dejando algunas pistas, este tramo es insufrible porque imaginaos lo apasionante que puede ser leer como alguien ve a otros jugar a una consola. Vamos, que parece más interesante ver crecer el moho y mucho más ágil.

Hacia el final del libro sí que empiezan a especular sobre qué les ha reunido allí y qué características comunes pueden tener, lo que lleva a la conclusión de la novela, que con las pistas que ha ido dejando la autora desde el principio de la novela pues no resulta para nada sorprendente si no más bien inevitable. Es cierto que es un libro que quizá no está destinado a un público adulto pero aún así le hace falta una buena poda al principio. Ya digo que los temas que trata, como la salud mental y la creación de redes de amistad y apoyo contra el bullying me parecen muy relevantes, pero el desarrollo es soporífero.

The City of Stardust

Me está costando encontrar últimamente novelas de fantasía que no tengan un fuerte componente romántico y aunque The City of Stardust lo tiene más atenuado que otras, también está presente.

La novela sigue los pasos de Violet, la última descendiente de la familia Everly, criada por sus tíos ya que su madre desapareció siendo ella niña para intentar romper la maldición que pesa sobre la familia, ya que un miembro de cada generación desaparece por razones que no quedan muy claras. Violet, criada entre misterios, se empeñará en descubrir dónde está su madre y también cuáles son las causas de su futura perdición.

Georgia Summers utiliza de una manera muy inteligente la figura maternal ausente como un constante acicate para la curiosidad e incluso el instinto de supervivencia de Violet, pero descubre bastante pronto cuál es el juego de Penélope, la causa de todas sus desdichas. Que su supuesta salvación dependa de una persona que prácticamente no aparece en todo el libro mientras que su “torturadora” sí que se mantiene cerca, es una dualidad muy interesante y bien estudiada. Los típicos plazos de un año y un día que solemos relacionar con los pactos feéricos también están presentes en el libro, junto con un grupo de estudiosos que solo ansían conseguir más poder y que tendrán un papel decisivo en el devenir de la novela.

La narradora del audiolibro es Kitty Parker y realiza una muy buena labor sobre todo en la creación de ambientes decadentes con sus tonos velados y sugerentes. Su labor se ha visto sin duda favorecida por el uso elegante de la prosa del que hace gala Georgia Summers, que para ofrecernos su primera novela parece más veterana en estas lides.

Ahora bien, existen otros problemas durante la lectura. El ritmo desfallece en variadas ocasiones y parece que se estiran algunos capítulos innecesariamente. La definición de los personajes tampoco es el punto fuerte de la novela, porque aparte de Violet y Penelope, los demás quedan bastante difusos, incluso el interés romántico del que hacía mención en el primer párrafo, que es que casi ni me acuerdo de cómo se llamaba (Aleksander, pero he hecho trampa y he ido a consultarlo).

The City of Stardust es un libro que puede recordar algo a una fantasía de hace unas décadas, pero con una pátina de modernidad que si bien no lo convierte en una lectura imprescindible, sí que lo hace entretenido.