Day Zero

Tenía bastante curiosidad por Day Zero, la precuela de Sea of Rust, de la mano de C. Robert Cargill. Explicar cómo tuvo lugar la caída en desgracia de los humanos frente a los robots podía dar lugar a una historia más que interesante, pero me temo que en esta ocasión se queda un poco en la superficie, sin llegar a profundizar en lo que podría haber sido la historia.

El protagonista de la historia es Pounce, un robot niñera con forma de tigre antropomórfico, adquirido por los padres de Ezra para su cuidado. El primer capítulo del libro es totalmente Toy Story, con Pounce descubriendo que hay cierta obsolescencia planificada en su vida, ya que la familia tiene guardada la caja en la que venía embalado para poder “devolverlo” cuando Ezra crezca y Pounce se quede sin “trabajo”.

Sin embargo, el libro en sí comienza cuando los robots toman conciencia de sí mismos y se desata el apocalipsis. Es duro pensar que la primera reacción de un ser inteligente, el primer uso de su libertad sea la destrucción de las otras vidas, humanas en este caso. Cierto es que la liberación de la esclavitud puede dar lugar a deseos de venganza, pero es un comportamiento tan generalizado que hace que el mensaje que se lanza sea muy pesimista. Quizá es que las creaciones de los humanos están destinadas a repetir sus errores, pero queda un rayo de esperanza. Pounce y los otros modelos de robot niñera priorizan el cuidado de sus niños a cualquier otra consideración.

Lo que viene después es una historia de supervivencia en un entorno muy hostil, con la violencia como única respuesta. En este sentido se nota muchísimo la formación del autor como guionista de cine, ya que el libro podría ser perfectamente adaptado a otro medio audiovisual sin mucha complicación, quién sabe si tal vez esa fue su intención desde un principio. Asistiremos a la formación de algunas de las entidades que tendrán más protagonismo en Sea of Rust, pero esta novela se puede leer de manera totalmente independiente.

Un problema que me he encontrado al escuchar el audiolibro es la voz excesivamente impostada de Vikas Adam, que en ocasiones me sacaba de la narración, como si Pounce estuviera en constante sufrimiento (cosa que no niego) como el protagonista de una tragedia griega. Todo esto mientras va descerrajando escopetazos a todo el que se le cruza. No me ha convencido su labor, aunque el libro tiene más problemas además de este, claro.

La conclusión que saco tras terminar la obra es que no es una lectura necesaria para quien hubiera disfrutado de Sea of Rust. Tiene algunos puntos favorables, pero realmente no es una obra destacable.

Sea of Rust

Sea of Rust estuvo nominada a los premios Arthur C. Clarke y aunque no terminara ganando, me llamaba la atención su sinopsis. Cuando Borja “por menos de un euro” Bilbao avisó que estaba en oferta, no dudé en hacerme con ella y he tardado muy poco en leerla, lo cual habla mucho en su favor.

La narración está situada en un mundo donde la humanidad no existe, ha sido aniquilada por las IAs que ellos mismos desarrollaron. Pero este mundo sin humanos dista mucho de ser idílico, porque las inteligencias artificiales han vuelto a caer en los mismos errores del pasado y en algunos nuevos: el egoísmo, la avaricia, la búsqueda de la divinidad y la uniformidad de criterio… En este contexto, seguiremos los pasos de Brittle, un robot modelo “cuidador” que se dedica a expoliar los restos de otros autómatas para negociar con sus partes. En un arranque de antropocentrismo, Cargill denominada a esta práctica “canibalismo”, lo cual nos debería dar una idea de la estrecha relación entre los humanos y las IAs.

Y es que el autor dota de una humanidad tal vez excesiva a los robots supervivientes. A pesar de que la misma definición de sintiente implica que sean capaces de modificar su programación, lo cierto es que la forma de actuar es totalmente humana. Hay dolor, hay empatía, hay sacrificio… lo que no vemos son cálculos fríos para conseguir los objetivos, por ejemplo. A mi entender este es el principal problema de la novela, aunque tiene otras dificultades menores como el tratamiento algo frívolo de la tecnología (ese Wifi que funciona sin necesidad de antenas, satélites ni ningún tipo de infraestructura…) y una coda que le quita algo de fuerza a la historia.

Y, sin embargo, he disfrutado muchísimo con la lectura. Sea of Rust combina capítulos en el presente con otros del pasado que sirven para relatar el arco “histórico” de la narración, para saber cómo se llegó a la situación actual. Pero creo que su principal función es relatar el descenso al infierno de la locura y el olvido, relatado por el propio afectado. Y es que los robots son capaces de perder la razón cuando el funcionamiento de sus piezas deja de ser óptimo. Las opciones que se abren ante ellos son escasas: abrazar la locura o intentar evitarla en una carrera de repuestos sin fin con un stock limitado de recursos. En este punto nos vuelven a mostrar su rostro más humano, con un ansia por la supervivencia que les lleva  a efectuar actos reprobables. La civilización reflejada en el espejo deformado de sus antiguos esclavos.

Recomiendo la lectura de Sea of Rust a pesar de los defectos mencionados. Realmente merece la pena.