A Memory Called Empire

Este era sin duda uno de los libros más esperados del año, no solo por una portada arrebatadora, si no por todos los rumores que había alrededor de la publicación de esta primera novela.

Y es que las referencias a autores consagradísimos en la space opera como mi admirado Iain M. Banks no hacían si no aumentar el hype, algo quizás contraproducente para la lectura.

Afortunadamente, A Memory Called Empire es un libro que se mantiene perfectamente por sí mismo, sin necesidad de tantas comparaciones.

El universo en que se sitúa la acción está dominado por un Imperio que ha conquistado un territorio tras otro y que mantiene una tensa paz con otras colonias mineras, en un equilibrio inestable con as colonias mineras que depende mucho de los intereses comerciales y de las ganas de conquista que tenga el emperador de turno. Y sin embargo, hay algo que planea en el horizonte que puede llegar a cambiar la difícil situación de status quo actual.

Esta idea, obviamente, no es original. Y sin embargo, el punto de vista con el que trabaja la autora, dándole voz a la embajadora de una de estas colonias mineras, da la posibilidad de ver el imperio desde la perversa admiración que puede provocar el depredador que te amenaza. Y es que la seguridad que provee el imperio a sus habitantes permite que florezcan las artes, mientras que en los otros territorios bastante tienen con luchar por la supervivencia. Esta fascinación por el lenguaje, por la prosa y los versos más elaborados, se hacen patentes en los aspectos de la vida cotidiana. Por ejemplo, me asombra que la clave de cifrado de los mensajes de gobierno sea el último poema de moda, a pesar de la fragilidad inherente de una cifra basada en la sustitución.

La novedad más importante que nos trae la autora son los imagos, algo semejante a los implantes de antepasados que ya utiliza Aliette de Bodard en su ciclo de Xuya, pero dando un paso más en la integración entre las memorias pasadas y las presentes. La persona a la que se le implanta un imago, se “transforma” en otra, en una mezcla homogénea entre el pasado y el presente que permite avanzar hacia el futuro sin perder el conocimiento ya acumulado. Es una idea fascinante, sobre la que gira toda la novela, desde el punto de vista ajeno a esta costumbre, incomprensible para muchos de los que la conocen por primera vez.

Otros detalles también son entrañables, como los nombres de los miembros del imperio, consistentes en un número y otro nombre común. El hecho de que aún con esta nomenclatura tan extraña haya hueco para el cariño con motes personalizados aumenta la empatía que el lector siente por unos personajes, que ya de por sí se hacen de querer.

Existe un esfuerzo considerable por parte de la autora para que el lector se acostumbre a la terminología del universo de una forma natural, administrando la información pausadamente y engarzando cada fragmento para dar lugar a un mosaico complejo y hermoso a la vez.

El ritmo de la novela está bastante bien llevado, menos algunos momentos que rebajan la tensión creciente y un final para mí algo precipitado. Pero A Memory Called Empire es una estupenda primera novela, con ideas conocidas pero con nuevas perspectivas y una atención al detalle muy agradable. De las mejores lecturas del año, sin duda. No me extrañaría nada ver el premio Locus a primera novela en las estanterías de Arkady.

Alternate Routes

Me gusta mucho la manera en que Tim Powers utiliza los intersticios de la realidad para introducir su fantasía urbana y maravillosa. Personalmente prefiero sus libros más “históricos” como Declara que los situados en tiempos más modernos como Medusa’s Web.

Alternate Routes se puede clasificar dentro de la segunda categoría. Por la descripción del libro, nos encontramos ante la primera entrega de una serie, pero el libro está perfectamente contenido en sí mismo, dejando una puerta abierta a continuaciones pero sin que sea imprescindible su lectura.

La acción se desarrolla en la actualidad. La creación de autopistas por las que circulan filas prácticamente infinitas de coches han dado lugar a unas corrientes capaces de atraer a los fantasmas. Se ha creado toda una comunidad alrededor de este contacto con el otro mundo e incluso una agencia gubernamental se ocupa de los posibles asuntos fantasmagóricos.

Con estos mimbres Powers podría haber decidido crear una road movie, pero la novela sigue otros derroteros. Con una pareja de protagonistas poco consistente y un enemigo apenas definido el libro se tiene que aferrar firmemente al entorno para ofrecer algo interesante. Esto lo consigue el autor por momentos con sus referencias a la mitología griega y también con esa parafernalia de fantasmas que tan bien conocemos (los palíndromos, las matemáticas para aferrarse a la realidad, recitar rimas infantiles…) por otras obras, dándole la consistencia que le faltaba a la novela por otras partes.

Pero aún así, el resultado es decepcionante. El ritmo está bien llevado, pero es que el interés por la historia va decayendo conforme va avanzando la lectura. Los constantes deus ex machina nos hacen pensar que al final todo tiene que salir bien, por obra y gracia de Powers. Una de las escenas finales, la de la huida de la fábrica, es bastante psicodélica e inverosímil incluso en los términos en los que se suele mover el autor.

Es por todo esto que considero Alternate Routes una obra menos de Powers. Preferiría mucho que vuestra aproximación al autor fuera con otras de sus obras.

The Monster Baru Cormorant

A pesar de que la experiencia de lectura de The Traitor Baru Cormorant no fue satisfactoria, el tiempo había hecho que se desdibujaran los peores recuerdos de la lectura y pensé darle otra oportunidad a Seth Dickinson. Creo que a veces mi cerebro me juega estas malas pasadas para que disfrute más de otros libros en comparación.

Es cierto que algunos de los problemas de la primera novela se solventan en esta aunque sigue girando alrededor de las intrigas geopolíticas de los distintos archipiélagos que conforman el mundo. La protagonista está mejor definida y ha perdido la poca inocencia que pudiera tener en un principio, pero ahora en vez de evolucionar en un ser despiadado, como sería lo normal, se ve envuelta en un mar de dudas que llega a resultas exasperante. Baru debe haber perdido por el camino, además de la poca inocencia que le quedara, más de la mitad de las neuronas que la hacían tan especial, porque cae en todas las trampas una detrás de otra. Es que hasta el pinche de cocina del bar de al lado de la embajada está más espabilado que ella.

Las intrigas políticas que están en plena ebullición a lo largo de la novela distan mucho de ser sutiles, por lo que ese es también un punto de desinterés. He llegado a estar leyendo la novela con el piloto automático puesto y eso es muy triste para un libro que pretende engancharte a base de complots. Pero es que la introducción de elementos fantásticos, especialmente el vehículo utilizado para lograr una supuesta “inmortalidad” es, a mi entender, tan ridículo como obsceno.

En el primer libro apenas se hablaba sobre la homosexualidad de Baru, un pecado oculto que apenas se atrevía a admitir en sus pensamientos, mientras que ahora lo va pregonando a los cuatro vientos. Mucho ha debido cambiar la política de la Masquerade cuando permite que su representante contradiga tan abiertamente uno de los puntos fundamentales de su doctrina. En consecuencia, las escenas de sexo pierden valor, son simples intercambios de fluidos con menor importancia que escribir una carta.

Y es una lástima porque la prosa es bella, pero el contenido no está a la altura. Definitivamente, no os acerquéis a Baru, ni como traidor ni como monstruo.

Rosewater

Rosewater es una novela compleja, que bebe de muchísimas fuentes pero que aún así consigue conjugar todas estas influencias en un todo coherente y atractivo. También debido a esta multiplicidad de características es difícil de resumir.

La novela está situada en Nigeria, algo que de por sí ya supone un cambio de emplazamiento de lo que ya estamos acostumbrados a algo más exótico (aunque hayamos leído a Nnedi Okorafor, no es un lugar demasiado explorado). La narración está situada en un futuro cercano, pero el mundo es radicalmente diferente en algunos aspectos tras los primeros contactos con alienígenas mientras que en otros la historia sigue su curso aparentemente inalterable. Es un libro que está inextricablemente ligado a su localización geográfica, con las consideraciones religiosas pertinentes en un entorno nigeriano pero también con una dualidad colonialismo-invasión extraterrestre que me ha resultado fascinante.

Tade Thompson nos presenta dos líneas temporales, una situada en el presente del protagonista y otra en el pasado que va dando saltos desgranando sucesos que se atisban en la trama principal pero que no se comprenden en su totalidad hasta que reciben el foco por completo. Este vaivén entre líneas me provoca algunas reservas respecto a la novela porque en ocasiones rompe el ritmo, aunque no se me ocurre de qué otra forma se podría haber articulado el acceso a esta información.

Uno de los pilares fundamentales sobre los que se vertebra la novela es la capacidad telepática del protagonista y de otros personajes, con una explicación “científica” y verosímil hasta cierto punto. Otros aspectos de la novela frisan lo fantástico, pero intentando respetar el aspecto tecnológico de la ciencia futura.

Para mí, la lectura ha resultado apasionante y sugerente. Por si todo esto fuera poco, Rosewater tiene una frase final de esas demoledoras al estilo de Los genocidas que culmina un trabajo excelente.

Rosewater se va a publicar en español como Rosalera de la mano de Runas con traducción de Raúl García Campos.

El ojo de Nefertiti

Tengo muchos propósitos de esos que nos hacemos en año nuevo y que luego seguramente no llegaremos a cumplir. De los propósitos lectores uno era leer más obras escritas originalmente en español, así que pronto me puse con la nueva obra de Jesús Cañadas, después de la excelente Las tres muertes de Fermín Salvochea.

El ojo de Nefertiti está orientada al público juvenil, pero eso no es impedimento para poder disfrutarla a cualquier edad. Jesús consigue crear unos personajes entrañables, tanto los principales como los secundarios, con los que se puede empatizar perfectamente. Además, los poderes que tienen algunas personas en el mundo son bastante sencillos de comprender pero pueden dar bastante juego, en una suerte de aplicación del Manual avanzado de escritura mágica de Sanderson.

El ritmo está perfectamente calculado y aunque a veces Jesús utiliza unas elipsis mareantes, entiendo la necesidad de abreviar algunos momentos para seguir manteniendo el interés del lector. Es posible que algunas escenas nos traigan a la memoria imágenes del imaginario colectivo que muchos compartimos gracias a películas como las de Indiana Jones o La Momia, pero él sabe traerlas a su propio terreno.

El humor también está presente en el libro, con algunos gags recurrentes que aún y así me han hecho reír. Me ha parecido ver algo de influencia de Tim Powers en el libro, pero quizá solo sean imaginaciones mías.

Algo que se me antoja innecesario es el comienzo de una trama amorosa que puede llevarnos a pensar en los tópicos, pero está compensada por una protagonista femenina fuerte de verdad, de una pieza. Y estamos hablando de una historia situada a comienzos del siglo pasado, lo cual la hace más especial si cabe.

No quería terminar esta reseña sin hablar sobre los huevos de pascua que el autor ha ido dejando por el camino para el disfrute del lector. Ni el nombre del barco ni la lectura del padre de la protagonista son casuales y agradezo especialmente a Jesús que haya puesto estos detalles, que sé que no son para mí, pero que me han llegado como si lo fueran.

Bionautas

Creo que es de sobra conocida mi amistad con la autora Cristina Jurado, así que es bastante difícil que mi opinión sobre su libro sea totalmente objetiva. No obstante, intentaré exponer los puntos positivos y los negativos que me he encontrado en la lectura de Bionautas.

Bionautas es una novela de primer contacto entre una raza alienígena y los humanos, pero contado desde el punto de vista del “visitante”. Esta jugada es complicada, porque la premisa de la que pueden partir estas novelas es la imposibilidad de comprender al extraño (véase Solaris o Visión ciega). Cristina juega a que la comunicación es posible, pero es intrínsecamente difícil por las características de ambas especies. Esto lo consigue con un tono desasosegado y alienante en la narración, demostrando la falta de empatía del narrador. Y se hace mucho hincapié en que es el más “sentimental” de los bionautas, casi como una anomalía biológica que le permite relacionarse con los humanos de una manera más estrecha que los demás.

La forma elegida para contar la historia también es muy importante y creo que acertada. Se trata de una narración escrita como un diario hablado, algo que puede llegar a ser intencionadamente confuso por los saltos temporales que pueden ocurrir en cualquier narración no planificada. De nuevo, la autora juega con estos elementos a su disposición para gestionar la información de la que dispondremos, sin revelar demasiado al principio pero dando suficiente como para que el lector especule. De nuevo, un acierto.

Hay otras cosas, sin embargo, que no me han convencido. Creo que al libro le habría hecho falta una revisión más profunda, no solo por algunos fallos de imprenta que he visto, si no por algunas expresiones que no son lógicas. Por ejemplo, el narrador (que no olvidemos es un alien que viene de vivir en el espacio con su especie durante muchísimo tiempo) describe el atardecer como color “butano”. Desde aquí, mis felicitaciones a las campañas publicitarias de Repsol que son capaces de hacer conocidas sus antiguas bombonas de butano hasta en el espacio exterior. También existen algunas repeticiones, como la necesidad de estar arreglando sondas constantemente y cosas así, que entiendo que quizá se podrían haber evitado.

Estos detalles, no obstante, no me han impedido disfrutar de una lectura que me hace reconciliarme con la ciencia ficción española.

Nota: me dicen por el pinganillo que algunas de las erratas ya han sido corregidas en las versiones electrónicas, incluso se han eliminado los “butanautas”. Gracias por el aviso.

A Man of Shadows

Sigo intentando ponerme al día con las recomendaciones del último programa de los VerdHugos de lecturas del 2018 y en esta ocasión le tocaba a Jeff Noon y su A Man of Shadows. Os preguntaréis cuándo me voy a poner a leer lo del año 2019, pero la respuesta está clara… en 2020.

El concepto en el que se basa la novela es fascinante. Una ciudad en la que coexisten diversas líneas temporales a las que cada persona va saltando por el simple procedimiento de cambiar la hora en su reloj. Dicho así parece fácil, pero si con dos cambios de hora al año a muchos de nosotros ya nos vuelven locos, imaginaos lo que un tránsito constante puede llegar a causar. Y sin embargo, no hay apenas conflictos, al menos aparentemente. La ciudad que nos ocupa, además, está dividida en dos partes, como el día y la noche. En una parte siempre hay luz, con una cantidad de luminarias e instalaciones eléctricas que serían el sueño dorado de cualquier directivo de Endesa mientras que en la parte oscura ocurre todo lo contrario. Y existe una zona intermedia no muy bien definida que es el sustrato para todas las pesadillas de sus habitantes.

Partiendo de esta base indudablemente fascinante, Noon nos cuenta una historia noir de detectives muy en consonancia con el entorno, pero que de alguna forma falla en su intento narrativo. El hilo le permite hacernos visitar las distintas zonas de la ciudad desde las más luminosas a las que representan la oscuridad total y es innegable el interés que pueda suscitar cada una de ellas, pero la falta de carisma del personaje principal y de la historia da al traste con el resto de la novela.

El autor juega bastante bien con la ambigüedad y la dualidad inherente a la propia definición de la ciudad y por lo tanto el desenlace no debería sorprendernos tampoco. La presencia de un asesino al que nadie es capaz de ver actuar a pesar de que lleva a cabo sus acciones en público le añade algo de salsa a la mezcla, pero por desgracia el libro no acaba de cuajar a pesar de los buenos ingredientes de los que partía.

The Ingenious

Llegué a leer The Ingenious de pura casualidad, ya que no conocía al autor ni tenía referencias sobre su obra, pero a veces lees libros por intuición, por salir de tu zona de confort a ver qué te encuentras.

Lo que me encontré en este caso fue una historia fantástica con una ambientación muy atractiva aunque no exenta de fallos. Hay una gran descompensación entre el interés de la ciudad en la que se desarrolla todo, Athanor, y la propia narración. Mientras que las descripciones de una ciudad en perpetuo movimiento con tintes barrocos de crecimiento casi orgánico son realmente espectaculares, la historia en sí no deja de ser un conato de rebelión ante el poder establecido.

La imaginación de Darius Hinks se desborda al describir los barrios que conforman Athanor, que son literalmente arrancados de su emplazamiento original para unirse al sistema en perpetuo movimiento que constituye la ciudad. Con estas adquisiciones llegan también los habitantes correspondientes, dando lugar a una amalgama de culturas y seres variopintos que podrían haber dado muchísimo juego, pero que no se aprovecha.

Hay cierto punto sádico en cómo el autor se recrea en los síntomas más evidentes de la adicción a las drogas promulgada y facilitada por el poder, que para mantener a las masas idiotizadas (además de otras motivaciones más oscuras) inundan las barriadas humildes de estupefacientes baratos.

En cuanto a los personajes, resulta extremadamente difícil empatizar con ellos, pues sus acciones son erráticas y eminentemente egoístas. Se acaba dando importancia a un personaje bastante secundario que casi casi pasa desapercibido durante el 90% de la novela, lo que parece un fallo de planificación o que el autor jugaba con las cartas demasiado ocultas.

La magia es potente pero está reservada solo a unos pocos estudiosos que sufren de ombliguismo extremo y que no son capaces de ver las amenazas que se ciernen sobre ellos, obcecados en una vida de estudio constante del Arte que apenas da frutos.

The Ingenious no es una lectura fácil pero si disfrutas de un libro donde la ambientación es la pieza clave, quizá sea para ti.

Lord of All Things

Andreas Eschbach es un autor al que conocí con la fabulosa Los tejedores de cabellos, un libro que nunca se recomendará lo suficiente, pero del que después leí El vídeo Jesús, que fue un batacazo considerable. ¿Qué escritor me encontraría con Lord of All Things? ¿El de la ciencia ficción asombrosa o el de los guiones de película de Antena 3 en la sobremesa?

El resultado se queda a medio camino. Aunque en realidad es una novela de ciencia ficción, durante casi tres cuartas partes del libro se puede leer como un thriller un tanto descafeinado, con esos elementos que caracterizan a las novelas pasapáginas. Constantes cambios de localización a lo largo del globo, intrigas y rencillas personales que se prolongan a lo largo de los años, historias de amor quebradas por las circunstancias… Leer esa parte me ha resultado un poco cansado, no me picaba tanto la curiosidad, quizá también porque los personajes son algo arquetípicos.

El último tramo, cuando ya entramos de lleno en la parte especulativa, incrementa algo el interés. Aunque la solución definitiva resulta ser bastante obvia, entiendo que para una persona no muy ducha en la lectura de ciencia ficción puede resultar sorprendente.

Supongo que es injusto juzgar una obra comparándola con algo tan extraordinario como Los tejedores de cabellos, y he intentado sinceramente que no me influyera tanto en la reseña y en la lectura. Sin tener en cuenta este hecho, el libro se sostiene a duras penas por sí mismo, además de tener algunos aspectos un tanto machistas, como ese momento en una exploración en la que el fotógrafo les pide a las investigadoras que hagan como que están trabajando, para que salgan bien en la foto. En serio…

Por todo esto, no puedo recomendar el libro salvo para fans muy fans del autor o para pasar el rato, ambas opciones perfectamente válidas.

El libro está traducido al inglés por Samuel Willcocks.

The Ninth Rain

En una de esas ofertas irresistibles en las que se está especializando Borja Bilbao, me hizo con el libro galardonado con el premio British Fantasy a la mejor novela de fantasía del año pasado. Además, he tenido la suerte de ir comentándolo con Antonio Díaz, lo que no hace si no incrementar el provecho que se le puede sacar a una lectura.

Con estos antecedentes, parecería que The Ninth Rain debería haber sido una grata experiencia, pero no ha sido capaz de convencerme por completo. Os cuento por qué.

Es cierto que uno de los personajes, Vintage, me ha encantado. Una erudita millonaria que se dedica a investigar los restos de una fuerza invasora que ha intentado en repetidas ocasiones acabar con todo, a la que no le importa ponerse el mundo por montera. Los otros personajes no es que estén mal, pero palidecen en comparación. Está Tormalin, uno de los últimos elfos… digo… eborianos que quedan y Noon, una fell-witch, que comienza la historia encerrada en un institución especial para este tipo de brujería.

El mundo es oscuro y truculento, los restos de las guerras anteriores amenazan la vida habitual de los humanos supervivientes y todo es desesperanza y tragedia.

Quizá Jen Williams se regodea en exceso en esta decadencia, pero cada descripción es un poco más gore que la anterior. Vale que estamos hablando de grimdark y que es posible que yo ya no tenga el cuerpo para estos trotes, pero llega un momento en el que cansa ver tantos intestinos y vísceras humanas puestas a ventilar. La mezcla de géneros que utiliza (porque se puede interpretar también que hay un poquito de ciencia ficción en la novela, si se ve desde un prisma determinado) es fascinante y las posibilidades que abre son muy variadas, pero requiere un esfuerzo consciente por parte del lector, tanto para entrar en la historia que arranca demasiado lenta como para sortear los coágulos de sangre y ectoplasma. De momento, no me he quedado con ganas de saber qué pasa en la siguiente entrega a pesar de que el relato se queda en un estupendo cliffhanging (o Behemoth-hanging)que deja abiertas muchas posibilidades.