Choky

De nuevo acogemos en el blog a Pablo Bueno, nuestro querido colaborador que hoy nos comenta Choky de John Wyndham con traducción de Catalina Martínez Muñoz. No sé vosotros, pero a mí me han dado muchas ganas de leerlo.

Chocky es el cuarto libro de John Wyndham que publica el sello Runas, tras los fabulosos El
día de los trífidos
, Las crisálidas y también El Kraken despierta, título este último que todavía no he leído. No obstante con lo que disfruté de los otros dos, estaba deseando ponerme con la novedad de la que hoy tengo el placer de hablaros. Sobre todo cuando Wyndham es de esos autores que, cada vez que oímos (o incluso decimos) que algo es original o novedoso, nos hace pensar casi siempre que más nos valdría echar un vistazo a los clásicos.

Pero vayamos por partes.


La premisa del libro resulta ciertamente conocida, al menos en su planteamiento: unos
padres se dan cuenta de que su hijo de once años, Matthew, oye en su cabeza la voz de una
especie de amigo imaginario, Chocky, con el que a veces llega a mantener largas conversaciones. Hasta ahí, como digo, es terreno conocido, pero es en el desarrollo pausado que hace Wyndham de dicha idea donde nos captura hasta darnos cuenta de que la historia esconde mucho más de lo que parece. El autor abandona tropos bien conocidos de la literatura de terror o de las simples presencias sobrenaturales para encaminarse por
derroteros más pragmáticos, creíbles y, quizá por ello, más impactantes. Y todo ello sin
abandonar lo maravilloso, lo sorprendente.


Así, vemos en las primeras páginas que los padres de Matthew, y aquellos pocos amigos cercanos con los que se sinceran respecto a lo que le sucede a su hijo, utilizan la lógica y la evidencia para cavilar acerca del problema. Y lo hacen un poco entre lo Holmes y entre el método científico para ir descartando distintas posibilidades y dar significado a las escasas evidencias que el reticente niño les va dando en el comienzo de la novela. Y es que, aunque para el que lea la novela queda claro en qué género dentro de lo fantástico se incluye este título, no deja de sorprender el realismo y la seriedad con los que la trama se desarrolla. Además, esto sorprende en una novela que ya desde sus primeras páginas podría tomar
derroteros mucho más fantasiosos. Hay un elemento extraño, sí, pero todo lo que los personajes observan, piensan y razonan lo hacen desde el prisma de la lógica y el realismo. Todas las reacciones que observamos alrededor de Matthew son perfectamente compatibles con lo que sucedería en el mundo que conocemos si un niño comenzara a mostrarnos algo similar. Todo se mantiene dentro de los umbrales del realismo. También lo que se refiere a las reacciones de una sociedad que, a menudo, no es todo lo amable (o humana) que debería ser con lo que nos resulta distinto.


Hay una primera cuestión que me ha maravillado, por la dificultad que conlleva, y es la voz
que Wyndham consigue en Matthew. El niño se expresa con las palabras propias de un niño,
y a veces intenta describir con ese vocabulario los conceptos complejos que, parece, le
susurra esa voz extraña. Aunque a menudo esos intentos resultan torpes, consiguen
transmitir mucho más de lo que Matthew piensa. Toda esta primera parte me ha parecido un magistral estudio acerca de la inteligencia de los más jóvenes. Sorprende la sencillez y la
inteligencia con la que el autor nos muestra que hay preguntas y reflexiones que para un
adulto son normales, pero que en la voz de un niño serían inesperadas y hasta incoherentes.

Pero donde la novela se gana la excelencia es, sin duda, en un último cuarto vertiginoso en
el que Wyndham echa de golpe al caldo todos los ingredientes de lujo que estaba reservando, lo que consigue que las sorpresas nos alcancen como una serie de explosiones controladas. El ritmo pausado, la tranquilidad, el realismo, las hipótesis que veníamos
barajando desde el comienzo estallan en pedazos y nos vemos pegados a las páginas. Porque, además, esta última parte resulta visionaria de ese modo extrañamente profético en que lo suele ser a veces la buena ciencia ficción. Wyndham coloca en boca de sus protagonistas cuestiones que, aún hoy, hay algunos que niegan, por mucho que los científicos las hayan validado. Al mismo tiempo surge un precioso alegato por ciertos valores que resulta emocionante. Y es que es frecuente también que se achaque a ciertas novelas más clásicas de la ciencia ficción (y no tan clásicas) que se trate a sus personajes como meros vehículos para cargar, llevar y desempacar las ideas que su autor nos quiere
transmitir, sin más profundidad o mimo por ellos. No es este el caso. Ese final me ha sorprendido y, sobre todo, emocionado, haciendo que en tan solo unas páginas todo se llene de matices, como en esas películas en blanco y negro en las que, casi al final, la pantalla se empieza a llenar de colores.


Como conclusión, quiero insistir en que Wyndham me ha parecido siempre un visionario, al
menos en las tres novelas suyas que he leído. No solo por esas cuestiones científicas que lanza en una extrapolación al futuro y acierta en medio de la diana, sino por ciertas reflexiones respecto a la sociedad o al concepto de familia que vemos aquí, por ejemplo. Recordemos que Chocky, su última novela publicada, vio la luz allá por el 68, y ya entonces
su discurso destilaba pragmatismo y un cierto desdén hacia ciertas prácticas y costumbres
que hoy nos parecen totalmente anacrónicas. Pero, incluso hoy, Wyndham consigue con esta obra algo mucho más precioso y sorprendente: que nos cuestionemos a nosotros mismos; que la reflexión nos acompañe más allá de la última página.

La sabiduría de las multitudes

Hoy se pasa por el blog uno de nuestros colaboradores más queridos, Pablo Bueno, para darnos su opinión sobre La sabiduría de las multitudes, el último libro publicado por Joe Abercrombie.

Hace poco terminé La sabiduría de las multitudes, de Joe Abercrombie, tercer y último título de la Era de la locura, publicado por el sello Runas. Pero fue casi en cuanto empecé a leerlo cuando tuve claras, al menos, dos cosas: la primera, que me apetecía muchísimo comentar esta historia (evitando los spoilers, eso sí) y la segunda, que había echado tanto de menos esta trilogía que, de hecho, era el libro que más había estado esperando en los últimos tiempos, así que estaba claro que había que dedicarle una reseña.

Realmente la historia comienza hace la friolera de seis libros, con La primera ley, su primera trilogía, que ya me dejó con los ojos a cuadros varias veces. Ya en esos momentos veíamos escenas descarnadas, diálogos chispeantes, reflexiones magníficas, crudeza sin anestesia previa y otros elementos que son la marca de la casa. La terminé con esas sensaciones que te dejan a veces lo que te llega tan adentro que, en un principio, ni siquiera eres capaz de valorarlo. Pero sí, me había gustado. Mucho. Luego vinieron sus tres libros independientes y cronológicamente posteriores (La mejor venganza, Los Héroes y Tierras rojas), que me encantaron también. Algunos de ellos, aunque no tanto como la obra completa de La primera ley, más si los comparamos con alguno de los volúmenes aislados. Y después cayó Filos mortales, que me pareció distinto y muy disfrutable, pero que solo consiguió dejarme esperando su próxima obra con el ansia propia de un yonqui.

Y así llego Un poco de odio, que daba inicio a este nuevo ciclo que, digámoslo ya, es casi sin dudas su mejor obra en conjunto. Y esto no era fácil por varios motivos. El primero que, habiendo dejado el pabellón tan alto con sus anteriores libros, satisfacer a los gourmets de las letras era algo realmente complicado. El segundo que, con semejantes personajes tan idolatrados, tan carismáticos como Glokta o Nueve, era casi imposible que los nuevos estuvieran a la altura y cautivaran a los lectores. Pero lo hicieron con creces. En algunos casos, y esto es para sacarse el sombrero, en apenas un par de párrafos.

¿Cómo ha conseguido esto Abercrombie? Pues sin duda porque, como ya decía la última vez que hablé del tema, ha depurado su estilo, su método, su prosa, su ingenio y su agudizada sátira cuando habla de lo más bajo del ser humano. Pero también porque el mundo que nos presenta en esta nueva trilogía es apasionante. Para cualquiera que llegue a ella, pero, quizá especialmente, para los que conocíamos sus orígenes.

En el tiempo que se tomó en escribirla, el Mar Circular siguió contando olas; la evolución tecnológica no se detuvo; los personajes que ya conocíamos siguieron con sus vidas, con sus familias, con sus obsesiones o sus obligaciones.

Sin spoilers, lo prometo, pero hay que señalar el paralelismo que traza en estos tres libros entre nuestra propia historia de las revoluciones y lo que sucede en sus tramas. Si ya en anteriores reseñas comentábamos que al principio de esta Era de la locura veíamos tintes (raspones tiznados en las paredes, más bien) de la revolución industrial, ahora vemos un reflejo de otras revoluciones, en este caso no tanto tecnológicas, sino sociales (si es que la anterior no lo fue). Lo cual nos lleva de nuevo a hablar de la naturaleza del hombre en su faceta más cínica, hipócrita, egoísta o descarnada.

Los personajes, una de sus bazas literarias más fuertes, nos muestra a unos supuestos “buenos” que son indolentes o egoístas. Los “malos” también tratan de salvar a los suyos o de lograr un bien mayor a través de medios que, para ellos, son aceptables. Abercrombie es experto en hacer brillar los grises.

Algo que también me llamó mucho la atención fueron los finales y más finales que nos regala La sabiduría de las multitudes. Un efecto que, en parte, viene provocado por la tremenda inercia con la que se llega al final de la lectura y que parece necesitar una deceleración muy progresiva para que no nos estrellemos emocionalmente. Pero también debido a que Abercrombie remata (en su caso esta palabra siempre es peligrosa) con puntadas magistrales casi todos los hilos que quedaban colgando. Lejos de abandonarse a lo lacrimógeno o a recrearse en su obra, nos muestra muchos de los engranajes que habían estado operando por detrás de la historia. Nos muestra el destino final de (casi) todos los personajes. Y, para alguien que valora tanto que las historias vayan al grano, el hecho de haber disfrutado tanto esta última parte da buena muestra de su interés. Ni siquiera un primer tercio de la novela más tranquilo y centrado en lo político consiguen hacerle perder ritmo.

Ya para ir concluyendo, tengo que reconocer también la excelente traducción de Manu Viciano, que continuamente me hace dudar de si Abercrombie no nos habrá tenido engañados todo este tiempo y en realidad habrá nacido dos manzanas más allá de mi casa.

Así, que haciéndome eco de esa gran pregunta que nos lanzan algunos de los lectores que todavía no conocen a este autor: con todo este material, ¿por dónde se empieza a leer a este monstruo consagrado? (Algo contradictorio, no lo niego, pero seguro que no es exagerado). La respuesta es sencilla: por aquí. Si para los que empezamos con sus novelas más antiguas fue increíble ir hacia adelante, sin duda para los que abran boca con esta nueva trilogía será igual de satisfactorio ir descubriendo de dónde venimos.

Espero que os haya gustado el artículo de Pablo, que expone muy claramente su pasión por el autor y su obra.

La casa al final de Needless Street

Hoy tenemos la suerte de acoger en el blog a Pablo Bueno en su faceta como reseñador, contándonos sus impresiones sobre La casa al final de Needless Street. Muchas gracias por tu colaboración, Pablo.

“Vaya viaje”. Ese podría ser el resumen más sintético y sincero de mi experiencia con este libro: menuda montaña rusa plagada de subidas inciertas, descensos vertiginosos, bucles y giros inesperados (esto último no es metafórico).

Catriona Ward nos presenta aquí una obra que es sorprendente y engañosa a varios niveles. Resulta muy difícil hablar de la premisa de partida sin entrar en el desagradable reino del spoiler, pero digamos que comienza con la desaparición de una niña y con un personaje inquietante y sospechoso que tiene una extraña forma de razonar. Baste añadir que tanto los temas que se tratan como todo el elenco en sí están destinados a darnos más de una sorpresa. Este es, quizá, el punto más fuerte de la novela y lo que más he disfrutado. Hacía mucho tiempo que no tenía tan claro de qué iba lo que estaba leyendo para luego caer en una incertidumbre de la que no se termina de salir casi hasta el final. Para mí, ya lo he dicho alguna vez, esa incertidumbre es una de las sensaciones más agradables cuando me enfrento a cualquier tipo de historia, venga en la plataforma que venga. Y por cierto que, aunque en algún caso he visto que se la está relacionando con el género del terror, yo hablaría más de ese tipo de obras inquietantes un poco a lo Stephen King que no pretenden del todo activar nuestros miedos pero sí una excitante sensación de peligro.

La narración de Ward es también sobresaliente, con una capacidad descriptiva que se acomoda a las percepciones y a las voces de los distintos personajes como un guante. Esas voces, por cierto, son otro de los elementos que más destacan del libro. Únicamente necesitamos leer las primeras líneas de cada capítulo (cada uno de ellos narrado siempre por un solo personaje) para meternos no solo en el ambiente que él percibe, sino en su propio funcionamiento mental.

Estas descripciones y abundantes elementos subjetivos podrían resultar cargantes, pero lo cierto es que la narración se hace ágil y adictiva. Y, por si no fuera así, cuando parece que la trama se está deteniendo, como si dudara hacia dónde dirigirse, llega una mazazo que nos hace abrir mucho los ojos y nos pone de nuevo en movimiento sin poder dejar de pasar páginas.

La única excepción a esto es el final, que tras el momento cumbre de la trama resulta un poco más lento e incluso meditativo, aunque está justificado, como recalca la autora en las últimas secciones del libro, ¡que BAJO NINGÚN CONCEPTO deben leerse antes que la historia!

En conclusión, estamos ante una obra que vuela entre nuestras manos, que nos sorprende enormemente (y no solo una vez) cuando parece que va a encaminarse hacia los derroteros más trillados. Además, una vez acabada, todavía nos espera una honda reflexión que permanece mucho más allá de su lectura.

Los ángeles me miran

Los ángeles me miran son varios libros en uno: una novela policíaca con toques de ucronía, con un fuerte componente fantástico y algo de gore para añadir a la mezcla. A priori, se sale un poco de mi zona de confort, pero precisamente por eso lo prioricé en LaPila TM y pocas veces he tomado una decisión tan acertada.

Quizá lo primero que destaca del libro es el espectacular ritmo que Pastor le imprime. No es una novela corta, pero se lee como agua en plena ola de calor, a bocanadas y pidiendo más. Además, juega a su favor el realismo con el que se detalla la investigación policial, las trampas burocráticas que se encuentran los mossos, el tiempo necesario para obtener las autorizaciones para las investigaciones y los resultados de las pruebas científicas. Este realismo hace que el contraste con la parte fantástica sea más acusado, poniéndola en valor. A pesar de todo, las partes más truculentas, que las hay, se reparten entre lo real y lo fantástico, dándonos idea de que hay monstruos ahí fuera que no necesitan lo sobrenatural para habitar nuestras peores pesadillas.

También me encanta el protagonista, Abraham Corvo, un mulato de ascendencia guineana con una faceta oculta que se descubre relativamente pronto en la novela, pero cuyos orígenes Pastor va desgranando lentamente con algunas escenas retrospectivas muy bien seleccionadas. Quizá el magnetismo del personaje hace que los demás participantes en la investigación se difuminen un poco, pero esto no impide el disfrute de la novela.

El misterio está muy bien planteado, con una dosificación de la información que mantiene la tensión a lo largo de la lectura como las buenas novelas de género. Y la parte sobrenatural es también “verosímil” en el sentido de que cumple sus propias reglas, aunque la aparición de ciertos personajes especializados en el tema requieren un poco de colaboración por parte del lector en su suspensión de la incredulidad.

Se trata en resumen de una novela redonda que puede tener público tanto dentro de los aficionados al género como fuera. Tengo por ahí algún libro más del autor, así que me parece que no será la última vez que leáis algo sobre él en este foro. Seguiremos informando.

La novela, escrita originalmente en catalán, está traducida al español por Marta Alcaraz y publicada por Runas.