Lágrimas en la lluvia

Sé que hay gente muy ordenada en sus lecturas, que ya saben cuál va a ser su lista de libros de aquí a Navidad, pero yo soy mucho más ecléctica y a veces me influyen las causas más rocambolescas, como la que me llevó a leer Lágrimas en la lluvia. Y es que en un viaje de tren dio la casualidad de que me tocó en el asiento de atrás de la autora, la reconocí y me trató con tanta amabilidad que decidí “devolverle el favor” leyendo su obra, aunque lógicamente ella no vaya a enterarse nunca.

Es una lástima que no me hubiera puesto antes con este libro, porque me ha gustado mucho. La labor de construcción de mundo y el escenario donde representa la obra es magnífica, con una profundidad que hace que realmente sea creíble ese escenario madrileño perteneciente a los Estados Unidos de la Tierra. Vale que parte del trabajo ya se lo había hecho Philip K Dick con la creación de los replicantes, pero es innegable que Rosa Montero toma una idea muy buena y la adorna con una prosa estupenda y un trabajo de documentación innegable.

Aunque la trama policial no esté a la altura del resto de la novela, algo que era muy complicado, es cierto que la protagonista se lleva el foco en cada momento y es un personaje muy atractivo. Con la cantinela que repite sobre el tiempo que le queda de vida consigue mucha cercanía con el lector, pero la autora también se encarga de poner distancia con su excéntrico tatuaje o sus ojos de pupilas gatunas. Juega con estos detalles de una manera muy sutil, pero muy efectiva.

Es cierto que utiliza algunos pasajes que son infodumps de libro, pero no me parece que estén especialmente mal engarzados con la narración, ya que va dando pistas sobre el calado de la conspiración que se cierne sobre los EUT. Este recurso lo utiliza principalmente para el trasfondo histórico de la novela, mientras que los temas más actuales o más específicos en los que nos tiene que transmitir información sí que los intercala dentro del flujo de la obra.

Me parece una novela que hace la ciencia ficción muy accesible a un público no acostumbrado al género. Puede que a un lector más bregado le sepa a poco, aunque ya digo que a mí sí me ha gustado, pero creo que merece la pena acercarse al mundo de Bruna Husky.

Mención especial para la labor de los dos lectores del libro, Neus Sendra y Jordi Boixaderas, que tienen una preciosa voz que hace de la lectura del libro un placer aunque solo sea por escucharles. En esta ocasión, al tratarse de una narración en español, no he necesitado centrarme tanto en mi traducción interior del texto (la falta de bilingüismo es lo que tiene) y he podido disfrutar de la experiencia estética de oir unas voces tan hermosas.

En órbita con Thomas Pesquet

He de reconocer que cuando compré este tebeo no sabía muy bien qué me iba a encontrar, pero conocer el día a día de un astronauta sí que me llamaba la atención, así que me hice con él por un volunto, que ha resultado ser muy acertado.

Con un dibujo desenfadado y algo caricaturesco, Marion Montagne nos cuenta la historia de Thomas Pesquet, astronauta francés. Aunque seguimos sus pasos, en realidad Montagne nos da un curso acelerado de la carrera de cualquier astronauta y aprenderemos tanto de la burocracia de las misiones espaciales como de la preparación necesaria para hacer un EVA. Todo ello impregnado de humor y chistes recurrentes (¿cómo van al servicio los astronautas en el espacio?) que hacen de la lectura un placer. La idolatría a la figura de Gagarin merece un comentario aparte, convirtiéndose casi en el hilo conductor de la historia.

Aunque son más de 200 páginas, en ningún momento se hace pesado y contiene más información de la que podríamos llegar a suponer echándole solo un vistazo. Creo que la labor de documentación de la autora es digna de mención, pero aún lo es más su capacidad de síntesis. En cuanto al dibujo, aunque cumple perfectamente su función, en alguna ocasión me hubiera gustado que las viñetas fueran un poquito más grandes, para ver los detalles que a veces se pierden.

En órbita con Thomas Pesquet es una lectura que recomendaría a cualquier interesado en el espacio y me parece especialmente indicado para acercar la ciencia al público más joven, que aprenderá casi sin darse cuenta. Además, ya se sabe, en el espacio nadie puede oir tus risas.

La auditora

La auditora, de Jon Bilbao y Javier Peinado, es un tebeo de lectura desasosegante, con un futuro distópico a lo Blade Runner pero localizado en un pequeño pueblo en vez de una gran metrópolis.

En el pasado se crearon robots tan similares a los seres humanos que en el exterior son prácticamente indistinguibles. El rechazo de la sociedad hizo que se dejaran de producir, pero un movimiento adquirió todas las unidades que existían y las “liberó” por el mundo. Así que ahora es posible convivir con un robot sin tener conocimiento de ello.

Como decía anteriormente, La auditora se desarrolla en un pequeño pueblo costero que en realidad es propiedad de una sola familia que lo explota como si de una fábrica se tratara. Las personas trabajan en sus casas y están agobiadas para llegar a conseguir la producción mensual, que les permitirá seguir viviendo en la localidad. Se puede interpretar el tebeo como una crítica al caciquismo de los dueños, pero entiendo que este no es el mensaje principal de la obra. El hecho de que algunos actos especialmente crueles queden impunes refuerza esta impresión personal.

El dibujo y sobre todo el color verde enfermizo que impregna cada viñeta describe muy bien el ambiente malsano de las fábricas empeñadas en aumentar la productividad a pesar de la contaminación y sirve como hilo conductor a toda la narración.

La intolerancia a lo extraño y el temor al cambio también son mensajes que intentan transmitir los autores, con algunos personajes que transitan por el “valle inquietante” en lo que deviene en una caza de brujas para localizar al robot infiltrado.

Hay otros detalles que son bastante obvios para un lector habitual de ciencia ficción y quizá por eso el tebeo no acaba de ser del todo redondo. El desarrollo científico y tecnológico no ha servido para mejorar las vidas de los humanos, más bien para encadenarlos a una servidumbre feudal, al capricho de la familia dueña del pueblo. Pero esto ya lo hemos visto en innumerables ocasiones, así como la idea central del “extraño entre nosotros”, pero sin haber desarrollado un test Voight-Kampff que nos permita salir de duda.

Lago negro de tus ojos

Algunos guionistas de cómics, sobre todo los que también son ilustradores, utilizan storyboards para comunicar sus ideas al dibujante que finalmente las plasmará en las páginas del tebeo, utilizando un medio visual para transmitir algo que habitualmente se hace por escrito. Guillem López se apropia de esta idea añadiéndole un nuevo giro de tuerca, ya que lo que hace es transmitirnos por medio de la palabra escrita aquello que normalmente nos llega a través del medio visual.

En el aspecto formal me parece muy interesante la aplicación de esta y otras técnicas durante la escritura de la novela. Aunque está relatada en primera persona, la falibilidad intrínseca a alguien que está narrando sus recuerdos se une el poca confianza que inspira un narrador no confiable.

Es también todo un logro el ambiente opresivo que exuda cada página del libro, con una sensación de asfixia que se apropia del lector nada más empezar las primeras páginas.

Sobre la trama, el punto de partida es la vuelta al pueblo del que salió huyendo de una periodista encargada de investigar un fenómeno cósmico que todavía no ha sido convenientemente explicado. Pero el contraste entre esa laguna misteriosa que parece una puerta a otro mundo y las miserias de la vida en un lugar donde todo el mundo se conoce quizá no causa tanta impresión como esperaba. Lo que si mueve la curiosidad son las alusiones veladas al pasado de la periodista, dejando entrever una historia oscura y terrible.

El desarrollo de Lago negro de tus ojos, sin embargo, camina por otros derroteros. He de reconocer que el género de terror no es de mi gusto, así que no he sido capaz de disfrutar el último libro de Guillem López como me hubiera apetecido. El desasosiego y en ocasiones el asco me impedía seguir con la lectura de una forma constante, aunque entiendo que hay muchos seguidores del género que disfrutarán enormemente del libro.

El arcano y el jilguero

Se ha hablado mucho y muy bien sobre esta primera novela de Ferrán Varela, así que tras la buena experiencia con La danza del gohut tenía buena predisposición para su lectura.

Lo primero que llama la atención es el cuidado lenguaje que nos muestra la novela. Por su ambientación y su clara inspiración en el imperio romano, se podía esperar unos giros un tanto arcaicos en los diálogos y descripciones pero no es eso lo más llamativo, si no la cuidadosa elección de cada palabra, unida a un vocabulario culto que se adapta muy bien al personaje protagonista de El arcano y el jilguero.

La novela es una historia de redención, si es que esto es posible para una figura casi mitológica como es el Arcano del Tormento famoso en todo el Imperio y sus aledaños por las torturas que inflige y su capa de rostros de víctimas de sus malas artes. Pero el mal absoluto no existe en la fantasía moderna y a lo largo del libro vamos descubriendo las verdaderas motivaciones de Mezen y en algún momento llegamos a empatizar con su causa. La idea sobre la que gira toda la narración es dilucidar si el fin justifica los medios. Un debate moral llevado con maestría por el autor, mostrándonos tanto el lado tierno de Mezen (por ejemplo en su relación con Susurro) como el más cruel y despiadado (cualquiera de sus escenas de tortura).

Me gustaría también hacer hincapié en el discurso sobre la ley y su aplicación que delata un poco la deformación profesional del autor y que me ha resultado muy interesante. Seguramente algún lector con más conocimiento del medio (no es que te esté mirando a ti, @mertonio, ¡no, qué va!) podría sacarle más provecho a estos comentarios pero en mí ha conseguido despertar la curiosidad.

Uno de los aspectos que menos me ha gustado durante la lectura es la gestión del tiempo, especialmente algunas elipsis brutales que no llegan a ser deus ex machina pero que se acercan peligrosamente a ese extremo.

El tratamiento de los protagonistas y secundarios que vamos conociendo a lo largo de la historia es muy complejo, dando lugar a personalidades profundas y polifacéticas. Me temo que se recurre demasiado a la violencia ejercida sobre las mujeres en forma de violación y sinceramente, preferiría que no se abusara de este recurso en la novela, ya que quizá haya otras formas de forjar la personalidad de los personajes femeninos.

Recomiendo sinceramente la lectura de El arcano y el jilguero para cualquier aficionado a la fantasía.

El ojo de Nefertiti

Tengo muchos propósitos de esos que nos hacemos en año nuevo y que luego seguramente no llegaremos a cumplir. De los propósitos lectores uno era leer más obras escritas originalmente en español, así que pronto me puse con la nueva obra de Jesús Cañadas, después de la excelente Las tres muertes de Fermín Salvochea.

El ojo de Nefertiti está orientada al público juvenil, pero eso no es impedimento para poder disfrutarla a cualquier edad. Jesús consigue crear unos personajes entrañables, tanto los principales como los secundarios, con los que se puede empatizar perfectamente. Además, los poderes que tienen algunas personas en el mundo son bastante sencillos de comprender pero pueden dar bastante juego, en una suerte de aplicación del Manual avanzado de escritura mágica de Sanderson.

El ritmo está perfectamente calculado y aunque a veces Jesús utiliza unas elipsis mareantes, entiendo la necesidad de abreviar algunos momentos para seguir manteniendo el interés del lector. Es posible que algunas escenas nos traigan a la memoria imágenes del imaginario colectivo que muchos compartimos gracias a películas como las de Indiana Jones o La Momia, pero él sabe traerlas a su propio terreno.

El humor también está presente en el libro, con algunos gags recurrentes que aún y así me han hecho reír. Me ha parecido ver algo de influencia de Tim Powers en el libro, pero quizá solo sean imaginaciones mías.

Algo que se me antoja innecesario es el comienzo de una trama amorosa que puede llevarnos a pensar en los tópicos, pero está compensada por una protagonista femenina fuerte de verdad, de una pieza. Y estamos hablando de una historia situada a comienzos del siglo pasado, lo cual la hace más especial si cabe.

No quería terminar esta reseña sin hablar sobre los huevos de pascua que el autor ha ido dejando por el camino para el disfrute del lector. Ni el nombre del barco ni la lectura del padre de la protagonista son casuales y agradezo especialmente a Jesús que haya puesto estos detalles, que sé que no son para mí, pero que me han llegado como si lo fueran.

Bionautas

Creo que es de sobra conocida mi amistad con la autora Cristina Jurado, así que es bastante difícil que mi opinión sobre su libro sea totalmente objetiva. No obstante, intentaré exponer los puntos positivos y los negativos que me he encontrado en la lectura de Bionautas.

Bionautas es una novela de primer contacto entre una raza alienígena y los humanos, pero contado desde el punto de vista del “visitante”. Esta jugada es complicada, porque la premisa de la que pueden partir estas novelas es la imposibilidad de comprender al extraño (véase Solaris o Visión ciega). Cristina juega a que la comunicación es posible, pero es intrínsecamente difícil por las características de ambas especies. Esto lo consigue con un tono desasosegado y alienante en la narración, demostrando la falta de empatía del narrador. Y se hace mucho hincapié en que es el más “sentimental” de los bionautas, casi como una anomalía biológica que le permite relacionarse con los humanos de una manera más estrecha que los demás.

La forma elegida para contar la historia también es muy importante y creo que acertada. Se trata de una narración escrita como un diario hablado, algo que puede llegar a ser intencionadamente confuso por los saltos temporales que pueden ocurrir en cualquier narración no planificada. De nuevo, la autora juega con estos elementos a su disposición para gestionar la información de la que dispondremos, sin revelar demasiado al principio pero dando suficiente como para que el lector especule. De nuevo, un acierto.

Hay otras cosas, sin embargo, que no me han convencido. Creo que al libro le habría hecho falta una revisión más profunda, no solo por algunos fallos de imprenta que he visto, si no por algunas expresiones que no son lógicas. Por ejemplo, el narrador (que no olvidemos es un alien que viene de vivir en el espacio con su especie durante muchísimo tiempo) describe el atardecer como color “butano”. Desde aquí, mis felicitaciones a las campañas publicitarias de Repsol que son capaces de hacer conocidas sus antiguas bombonas de butano hasta en el espacio exterior. También existen algunas repeticiones, como la necesidad de estar arreglando sondas constantemente y cosas así, que entiendo que quizá se podrían haber evitado.

Estos detalles, no obstante, no me han impedido disfrutar de una lectura que me hace reconciliarme con la ciencia ficción española.

Nota: me dicen por el pinganillo que algunas de las erratas ya han sido corregidas en las versiones electrónicas, incluso se han eliminado los “butanautas”. Gracias por el aviso.

La danza del gohut

Se han juntado dos razones para que acabara leyendo La danza del gohut. La primera, como creo que la de bastantes otros, es la recomendación que hizo Alex en el último programa de los VerdHugos de 2018. Pero es que además, tengo el propósito de leer más libros escritos originalmente en español, ya que últimamente el inglés está monopolizando mis lecturas y me temo que influyendo mucho también en cómo escribo.

Ferrán Varela escribe una historia de opuestos que acaban complementándose. Como bien expresa Mariano Villarreal en el prólogo el taoísmo es una de las interpretaciones filosóficas que emanan de la historia. Pero es cierto que no es el único tema que se explora en poco más de cien páginas. También se explaya sobre la posibilidad de redención de las faltas cometidas, las consabidas desigualdades sociales (sea en un mundo pseudomedieval, sea en nuestro propio momento temporal) y las responsabilidades impuestas por la sociedad.

La estructura del relato, que decide comenzar casi por el final, se adapta como un guante a esta compleja mezcla de intenciones. Indudablemente quita algo de fuerza a la narración porque ya sabemos algo de lo que pasará, pero es un problema mínimo comparado con la libertad que ofrece saber hacia dónde encamina sus pasos el autor, permitiéndole centrarse en otros aspectos.

Me ha encantado la prosa que utiliza Varela, buscando en todo momento la palabra adecuada, mencionando por ejemplo un bargueño cuando perfectamente podría haber dicho mueble, consiguiendo así una riqueza léxica que hace resaltar aún más la obra.

También me parece destacable la creación del mundo, cómo deja entrever algo mucho más complejo de lo que somos capaces de leer en un espacio tan corto, con detalles como el juego La toma del castillo, del que indudablemente me gustaría conocer las reglas o la estructura universitaria en la que la tutora aspira a ascender.

En definitiva, recomiendo mucho la lectura de La danza del gohut. Y ahora tendré que seguir buscando las recomendaciones de Alex, porque desde luego con esta ha dado en la diana.

Un cálido escalofrío

Me hicieron notar el otro día en Goodreads y es totalmente cierto que leo muy poco en español y tengo que remediarlo. Pero lo que tenía claro es que iba a leer Un cálido escalofrío de L J Salart más pronto que tarde, a pesar de que a priori no es mi estilo de lectura para nada.

Pensaba que eran historias de miedo, y no lo son. Hay fantasmas pero no son nada terroríficos, de hecho son pequeños retazos de relatos, fragmentos de historias que lo que hacen es clavarse en el corazón. Es difícil dejar atrás este libro porque es increíblemente realista en su planteamiento de los sentimientos a pesar de tratar historias de fantasmas. Salart habla sobre el dolor de la pérdida y sobre lo que hacen los humanos para aceptarla o para al menos sobrellevarla. No recomiendo leerlo teniendo fresca la pérdida de algún ser querido, porque no sé si tendría el efecto catártico que ha tenido conmigo.

La edición es preciosa, con esos cambios de tipo de letras y esas ilustraciones e imágenes en blanco y negro que tan bien maridan con la lectura. Hay algunos pequeños fallos de edición, pero son perfectamente obviables a la hora de disfrutar del contenido.

Estoy deseando ver con qué nueva obra nos sorprenderá el autor en la próxima ocasión.