No me cabe duda de que cada nación mira con especial cariño a su propia historia mientras desprecia un tanto la de los demás. Es por esto que la premisa de Six Wild Crowns que se basa un poco (pero muy poquito) en la historia de Enrique VIII quizá sea de más interés para el mundo anglosajón que para nosotros, que vemos más la historia del primera cabeza de la iglesia anglicana como un vividor aprovechado de insaciable apetito sexual que iba quitándose de en medio a sus esposas como el que se sacude el polvo del camino. Afortunadamente o no, porque la sinopsis en ese sentido es bastante engañosa, la relación de este libro con la historia tal y como creemos conocerla es tangencial, como mucho.
Se dice que el rey deberá tomar seis esposas que guarden simultáneamente seis castillos para que el poder mágico defensivo de su Dios proteja el reino de Elben. Así que cuando Enrique toma por esposa a Boleyn, completa el sexteto que le proporciona el poder necesario para defender su reino. Boleyn está localmente enamorada de su marido, culmen de la masculinidad, pero su carácter inquieto la llevará a explorar la magia del mundo y lo que descubrirá iniciará un conflicto de consecuencias inesperadas.
Six Wild Crowns es un libro que pretende alentar la sororidad, pero lo hace de una forma un tanto basta. El harén de Enrique está relativamente aislado y no se relacionan entre ellas, ya que daría mala imagen, o eso es lo que se supone, ya que la realidad sobre la fuente del poder y las consecuencias de su uso es bastante más oscura. La representación femenina de esposas es bastante variada, desde la joven e inocente a la más mayor con gran experiencia, la que utiliza sus argucias para evitar las visitas nocturnas del rey o la que directamente cree que es tonta y actúa en consecuencia. Pero que todas estén subyugadas por el poder del patriarcado es dar un mensaje demasiado directo sin ninguna sutileza.
¿Los dragones de la cubierta? Publicidad engañosa, ya os lo digo yo, es que tienen una presencia tan testimonial que la verdad, mejor que Holly Race los hubiera obviado del todo.
El libro, a pesar de los variados puntos de vista, resulta un tanto monótono. La intriga cortesana es demasiado previsible y el tono en general resulta bastante aburrido. Aunque Olivia Dowd como narradora del audiolibro cumple con su función, el material de partida tampoco da para mucho más. Y, para más inri, el final es un cliff hanging literal, que no sé si merecerá la pena resolver.