Circe

De nuevo tenemos el placer de tener a Pablo Bueno como reseñador en el blog, en esta ocasión con una novela de mucho éxito como Circe.

Llevaba con la lectura de Circe pendiente desde que vi por primera vez la portada, allá por 2018, cuando ganó el premio Best fantasy de Goodreads. Y, por banal que resulte, tengo que confesar fue fue un flechazo y solo por eso la apunté en pendientes. Ahora que tengo la edición en tapa dura de AdN en las manos tengo que decir que mis impresiones fueron acertadas. El libro resulta soberbio, con un mapa precioso en el interior. Pero lo más importante es que, como en toda esa buena ficción, (sea de ciencia, de épica o de cualquier otra etiqueta), esta novela nos habla, a través de lo que no existe, de cuestiones que sí encontramos en el mundo real y que nos afectan a todos.

Pero empecemos por el principio:


Circe, al menos para los que no tenemos una gran formación clásica, era sencillamente la bruja que convirtió en cerdos a los hombres de Ulises cuando llegaron a su isla. En realidad los escritos cuentan bastante más de ella, pero eso es, a grandes rasgos, lo que seguro que muchos teníamos en la cabeza al empezar el libro. El trabajo que Madeline Miller realiza a partir de esas fuentes consiste en remontarse hasta el nacimiento de la diosa, rellenar todos los huecos, reinterpretar los hechos conocidos y llevarnos de la mano por su vida creando en el camino un personaje completo, complejo, fascinante y que evoluciona de forma casi imperceptible según leemos, pero de forma mayúscula con el correr de las páginas. Por cierto que, con otro escenario distinto, y posiblemente con otro objetivo en mente, me recuerda con insistencia el Loki de Mike Vasich, traducido de forma magistral por Pedro Román.

Circe es hija de Helios, el titán, y la ninfa Perse, pero no se parece en nada a ellos, ni a los que habitan en la corte de su padre. Es diosa, sí, pero apenas tiene poderes y la mayoría de las cuestiones y el sentir de las otras divinidades le resultan ajenos. Posee una curiosidad y una empatía que son desconocidas para los seres ultraterrenos que nos muestra Miller. Es por eso por lo que pronto conoce a los mortales, se empieza a interesar por ellos y, finalmente, será desterrada a la isla de Eea por siempre. Dicho esto, que nadie lo tome como un spoiler de la trama, puesto que apenas acabamos de arañar la superficie de lo que esta novela tiene que ofrecer.


Pero sí que es aquí donde tenemos que empezar a hablar de la personalidad compleja y dual de nuestra protagonista, porque, por una parte, es una diosa, o bruja inmortal ya en esos momentos, pero, por otro, la vemos totalmente unida a las cuestiones de los mortales. Más aún: no solo sufre en propias carnes ese contacto con la humanidad. Es que, además, por su propia naturaleza, vive la mortalidad de forma mucho más intensa. Lo que para nosotros es cotidiano, resulta auténtico y fascinante para ella; donde sus conocidos terminan por morir, ella vive y pena por todas las muertes de esos seres cercanos que pierde.


Es a través de todos estos eventos, de todos los avatares y pequeñas victorias, como vamos viendo la transformación del personaje desde un inicio inocente, e incluso ignorante, hasta la configuración de una mujer madura, sabia y llena de orgullo. Y esto ocurre no al modo de las grandes gestas, ejem, épicas, sino de esa evolución elegante, lenta, profunda y sutil que obedece a la adquisición y el descubrimiento de la propia identidad, del carácter; a ese arte de maestra esgrimido por Miller que saca una figura del mármol usando pequeños toques de su cincel. Porque, ante todo, Circe se revela como una mujer valiente que no duda en afrontar las consecuencias de sus acciones y estas la golpean una y otra vez, modelando su propio ser. Es lo que sucede, por ejemplo, con la maternidad. El dolor, el miedo, las circunstancias adversas, la ampliación del propio ser a través de su vástago, resultan sobrecogedoras en esta diosa de sentimientos humanos.

Algo que me ha parecido sublime es esta reinvención de la figura clásica que realiza Miller, haciendo que Circe se pasee por muchos de los grandes hechos de la mitología clásica. Los que la incluyen expresamente, pero también por otros que, aunque en la tradición a menudo tenían por protagonistas a hombres, descubrimos que, de nuevo, su mano tuvo un papel trascendental o, al menos, un cierto porcentaje de responsabilidad entre bambalinas. Todos estos añadidos engranan perfectamente en la historia y son coherentes con el personaje.


Esta construcción se hace, además, desde una perspectiva realista e inmisericorde. Miller desnuda a la divinidad de toda virtud no merecida, al igual que a muchos humanos de nombre bien conocido. De este modo, nos muestra que, a menudo, no solo los héroes, sino incluso los dioses tienen más defectos que la humanidad y que son los mismos y más acentuados. Y, sí, Circe también es una novela eminentemente feminista. Una que toma las figuras preponderantes de los grandes dioses y héroes varones (y también algunas de las diosas con autoridad reconocida) y las confronta con la diosa a priori débil y menor y las
mujeres que fueron secundarias en estas historias. Pero es que, realmente, el relato va mucho más allá y trasciende el feminismo para ahondar en una esfera humanista; en el derecho de independencia del ser humano (y de la diosa, más humana que muchos de los hombres con los que se cruza); en la importancia de los principios que rigen la verdadera virtud.


Quiero terminar, por una parte, destacando también el trabajo de Cecilia Recarey Rendo y Jorge Cano Cuenca, que han realizado una traducción fabulosa. Por otra, recomendando este libro a cualquier tipo de lector no infantil. Para mí es una novela de 5 estrellas que se va directa a mi apartado de favoritos de Goodreads y a la estantería de honor de casa. Una verdadera delicia para amantes del género y para los que creen que no lo son.

Choky

De nuevo acogemos en el blog a Pablo Bueno, nuestro querido colaborador que hoy nos comenta Choky de John Wyndham con traducción de Catalina Martínez Muñoz. No sé vosotros, pero a mí me han dado muchas ganas de leerlo.

Chocky es el cuarto libro de John Wyndham que publica el sello Runas, tras los fabulosos El
día de los trífidos
, Las crisálidas y también El Kraken despierta, título este último que todavía no he leído. No obstante con lo que disfruté de los otros dos, estaba deseando ponerme con la novedad de la que hoy tengo el placer de hablaros. Sobre todo cuando Wyndham es de esos autores que, cada vez que oímos (o incluso decimos) que algo es original o novedoso, nos hace pensar casi siempre que más nos valdría echar un vistazo a los clásicos.

Pero vayamos por partes.


La premisa del libro resulta ciertamente conocida, al menos en su planteamiento: unos
padres se dan cuenta de que su hijo de once años, Matthew, oye en su cabeza la voz de una
especie de amigo imaginario, Chocky, con el que a veces llega a mantener largas conversaciones. Hasta ahí, como digo, es terreno conocido, pero es en el desarrollo pausado que hace Wyndham de dicha idea donde nos captura hasta darnos cuenta de que la historia esconde mucho más de lo que parece. El autor abandona tropos bien conocidos de la literatura de terror o de las simples presencias sobrenaturales para encaminarse por
derroteros más pragmáticos, creíbles y, quizá por ello, más impactantes. Y todo ello sin
abandonar lo maravilloso, lo sorprendente.


Así, vemos en las primeras páginas que los padres de Matthew, y aquellos pocos amigos cercanos con los que se sinceran respecto a lo que le sucede a su hijo, utilizan la lógica y la evidencia para cavilar acerca del problema. Y lo hacen un poco entre lo Holmes y entre el método científico para ir descartando distintas posibilidades y dar significado a las escasas evidencias que el reticente niño les va dando en el comienzo de la novela. Y es que, aunque para el que lea la novela queda claro en qué género dentro de lo fantástico se incluye este título, no deja de sorprender el realismo y la seriedad con los que la trama se desarrolla. Además, esto sorprende en una novela que ya desde sus primeras páginas podría tomar
derroteros mucho más fantasiosos. Hay un elemento extraño, sí, pero todo lo que los personajes observan, piensan y razonan lo hacen desde el prisma de la lógica y el realismo. Todas las reacciones que observamos alrededor de Matthew son perfectamente compatibles con lo que sucedería en el mundo que conocemos si un niño comenzara a mostrarnos algo similar. Todo se mantiene dentro de los umbrales del realismo. También lo que se refiere a las reacciones de una sociedad que, a menudo, no es todo lo amable (o humana) que debería ser con lo que nos resulta distinto.


Hay una primera cuestión que me ha maravillado, por la dificultad que conlleva, y es la voz
que Wyndham consigue en Matthew. El niño se expresa con las palabras propias de un niño,
y a veces intenta describir con ese vocabulario los conceptos complejos que, parece, le
susurra esa voz extraña. Aunque a menudo esos intentos resultan torpes, consiguen
transmitir mucho más de lo que Matthew piensa. Toda esta primera parte me ha parecido un magistral estudio acerca de la inteligencia de los más jóvenes. Sorprende la sencillez y la
inteligencia con la que el autor nos muestra que hay preguntas y reflexiones que para un
adulto son normales, pero que en la voz de un niño serían inesperadas y hasta incoherentes.

Pero donde la novela se gana la excelencia es, sin duda, en un último cuarto vertiginoso en
el que Wyndham echa de golpe al caldo todos los ingredientes de lujo que estaba reservando, lo que consigue que las sorpresas nos alcancen como una serie de explosiones controladas. El ritmo pausado, la tranquilidad, el realismo, las hipótesis que veníamos
barajando desde el comienzo estallan en pedazos y nos vemos pegados a las páginas. Porque, además, esta última parte resulta visionaria de ese modo extrañamente profético en que lo suele ser a veces la buena ciencia ficción. Wyndham coloca en boca de sus protagonistas cuestiones que, aún hoy, hay algunos que niegan, por mucho que los científicos las hayan validado. Al mismo tiempo surge un precioso alegato por ciertos valores que resulta emocionante. Y es que es frecuente también que se achaque a ciertas novelas más clásicas de la ciencia ficción (y no tan clásicas) que se trate a sus personajes como meros vehículos para cargar, llevar y desempacar las ideas que su autor nos quiere
transmitir, sin más profundidad o mimo por ellos. No es este el caso. Ese final me ha sorprendido y, sobre todo, emocionado, haciendo que en tan solo unas páginas todo se llene de matices, como en esas películas en blanco y negro en las que, casi al final, la pantalla se empieza a llenar de colores.


Como conclusión, quiero insistir en que Wyndham me ha parecido siempre un visionario, al
menos en las tres novelas suyas que he leído. No solo por esas cuestiones científicas que lanza en una extrapolación al futuro y acierta en medio de la diana, sino por ciertas reflexiones respecto a la sociedad o al concepto de familia que vemos aquí, por ejemplo. Recordemos que Chocky, su última novela publicada, vio la luz allá por el 68, y ya entonces
su discurso destilaba pragmatismo y un cierto desdén hacia ciertas prácticas y costumbres
que hoy nos parecen totalmente anacrónicas. Pero, incluso hoy, Wyndham consigue con esta obra algo mucho más precioso y sorprendente: que nos cuestionemos a nosotros mismos; que la reflexión nos acompañe más allá de la última página.

La sabiduría de las multitudes

Hoy se pasa por el blog uno de nuestros colaboradores más queridos, Pablo Bueno, para darnos su opinión sobre La sabiduría de las multitudes, el último libro publicado por Joe Abercrombie.

Hace poco terminé La sabiduría de las multitudes, de Joe Abercrombie, tercer y último título de la Era de la locura, publicado por el sello Runas. Pero fue casi en cuanto empecé a leerlo cuando tuve claras, al menos, dos cosas: la primera, que me apetecía muchísimo comentar esta historia (evitando los spoilers, eso sí) y la segunda, que había echado tanto de menos esta trilogía que, de hecho, era el libro que más había estado esperando en los últimos tiempos, así que estaba claro que había que dedicarle una reseña.

Realmente la historia comienza hace la friolera de seis libros, con La primera ley, su primera trilogía, que ya me dejó con los ojos a cuadros varias veces. Ya en esos momentos veíamos escenas descarnadas, diálogos chispeantes, reflexiones magníficas, crudeza sin anestesia previa y otros elementos que son la marca de la casa. La terminé con esas sensaciones que te dejan a veces lo que te llega tan adentro que, en un principio, ni siquiera eres capaz de valorarlo. Pero sí, me había gustado. Mucho. Luego vinieron sus tres libros independientes y cronológicamente posteriores (La mejor venganza, Los Héroes y Tierras rojas), que me encantaron también. Algunos de ellos, aunque no tanto como la obra completa de La primera ley, más si los comparamos con alguno de los volúmenes aislados. Y después cayó Filos mortales, que me pareció distinto y muy disfrutable, pero que solo consiguió dejarme esperando su próxima obra con el ansia propia de un yonqui.

Y así llego Un poco de odio, que daba inicio a este nuevo ciclo que, digámoslo ya, es casi sin dudas su mejor obra en conjunto. Y esto no era fácil por varios motivos. El primero que, habiendo dejado el pabellón tan alto con sus anteriores libros, satisfacer a los gourmets de las letras era algo realmente complicado. El segundo que, con semejantes personajes tan idolatrados, tan carismáticos como Glokta o Nueve, era casi imposible que los nuevos estuvieran a la altura y cautivaran a los lectores. Pero lo hicieron con creces. En algunos casos, y esto es para sacarse el sombrero, en apenas un par de párrafos.

¿Cómo ha conseguido esto Abercrombie? Pues sin duda porque, como ya decía la última vez que hablé del tema, ha depurado su estilo, su método, su prosa, su ingenio y su agudizada sátira cuando habla de lo más bajo del ser humano. Pero también porque el mundo que nos presenta en esta nueva trilogía es apasionante. Para cualquiera que llegue a ella, pero, quizá especialmente, para los que conocíamos sus orígenes.

En el tiempo que se tomó en escribirla, el Mar Circular siguió contando olas; la evolución tecnológica no se detuvo; los personajes que ya conocíamos siguieron con sus vidas, con sus familias, con sus obsesiones o sus obligaciones.

Sin spoilers, lo prometo, pero hay que señalar el paralelismo que traza en estos tres libros entre nuestra propia historia de las revoluciones y lo que sucede en sus tramas. Si ya en anteriores reseñas comentábamos que al principio de esta Era de la locura veíamos tintes (raspones tiznados en las paredes, más bien) de la revolución industrial, ahora vemos un reflejo de otras revoluciones, en este caso no tanto tecnológicas, sino sociales (si es que la anterior no lo fue). Lo cual nos lleva de nuevo a hablar de la naturaleza del hombre en su faceta más cínica, hipócrita, egoísta o descarnada.

Los personajes, una de sus bazas literarias más fuertes, nos muestra a unos supuestos “buenos” que son indolentes o egoístas. Los “malos” también tratan de salvar a los suyos o de lograr un bien mayor a través de medios que, para ellos, son aceptables. Abercrombie es experto en hacer brillar los grises.

Algo que también me llamó mucho la atención fueron los finales y más finales que nos regala La sabiduría de las multitudes. Un efecto que, en parte, viene provocado por la tremenda inercia con la que se llega al final de la lectura y que parece necesitar una deceleración muy progresiva para que no nos estrellemos emocionalmente. Pero también debido a que Abercrombie remata (en su caso esta palabra siempre es peligrosa) con puntadas magistrales casi todos los hilos que quedaban colgando. Lejos de abandonarse a lo lacrimógeno o a recrearse en su obra, nos muestra muchos de los engranajes que habían estado operando por detrás de la historia. Nos muestra el destino final de (casi) todos los personajes. Y, para alguien que valora tanto que las historias vayan al grano, el hecho de haber disfrutado tanto esta última parte da buena muestra de su interés. Ni siquiera un primer tercio de la novela más tranquilo y centrado en lo político consiguen hacerle perder ritmo.

Ya para ir concluyendo, tengo que reconocer también la excelente traducción de Manu Viciano, que continuamente me hace dudar de si Abercrombie no nos habrá tenido engañados todo este tiempo y en realidad habrá nacido dos manzanas más allá de mi casa.

Así, que haciéndome eco de esa gran pregunta que nos lanzan algunos de los lectores que todavía no conocen a este autor: con todo este material, ¿por dónde se empieza a leer a este monstruo consagrado? (Algo contradictorio, no lo niego, pero seguro que no es exagerado). La respuesta es sencilla: por aquí. Si para los que empezamos con sus novelas más antiguas fue increíble ir hacia adelante, sin duda para los que abran boca con esta nueva trilogía será igual de satisfactorio ir descubriendo de dónde venimos.

Espero que os haya gustado el artículo de Pablo, que expone muy claramente su pasión por el autor y su obra.

La casa al final de Needless Street

Hoy tenemos la suerte de acoger en el blog a Pablo Bueno en su faceta como reseñador, contándonos sus impresiones sobre La casa al final de Needless Street. Muchas gracias por tu colaboración, Pablo.

“Vaya viaje”. Ese podría ser el resumen más sintético y sincero de mi experiencia con este libro: menuda montaña rusa plagada de subidas inciertas, descensos vertiginosos, bucles y giros inesperados (esto último no es metafórico).

Catriona Ward nos presenta aquí una obra que es sorprendente y engañosa a varios niveles. Resulta muy difícil hablar de la premisa de partida sin entrar en el desagradable reino del spoiler, pero digamos que comienza con la desaparición de una niña y con un personaje inquietante y sospechoso que tiene una extraña forma de razonar. Baste añadir que tanto los temas que se tratan como todo el elenco en sí están destinados a darnos más de una sorpresa. Este es, quizá, el punto más fuerte de la novela y lo que más he disfrutado. Hacía mucho tiempo que no tenía tan claro de qué iba lo que estaba leyendo para luego caer en una incertidumbre de la que no se termina de salir casi hasta el final. Para mí, ya lo he dicho alguna vez, esa incertidumbre es una de las sensaciones más agradables cuando me enfrento a cualquier tipo de historia, venga en la plataforma que venga. Y por cierto que, aunque en algún caso he visto que se la está relacionando con el género del terror, yo hablaría más de ese tipo de obras inquietantes un poco a lo Stephen King que no pretenden del todo activar nuestros miedos pero sí una excitante sensación de peligro.

La narración de Ward es también sobresaliente, con una capacidad descriptiva que se acomoda a las percepciones y a las voces de los distintos personajes como un guante. Esas voces, por cierto, son otro de los elementos que más destacan del libro. Únicamente necesitamos leer las primeras líneas de cada capítulo (cada uno de ellos narrado siempre por un solo personaje) para meternos no solo en el ambiente que él percibe, sino en su propio funcionamiento mental.

Estas descripciones y abundantes elementos subjetivos podrían resultar cargantes, pero lo cierto es que la narración se hace ágil y adictiva. Y, por si no fuera así, cuando parece que la trama se está deteniendo, como si dudara hacia dónde dirigirse, llega una mazazo que nos hace abrir mucho los ojos y nos pone de nuevo en movimiento sin poder dejar de pasar páginas.

La única excepción a esto es el final, que tras el momento cumbre de la trama resulta un poco más lento e incluso meditativo, aunque está justificado, como recalca la autora en las últimas secciones del libro, ¡que BAJO NINGÚN CONCEPTO deben leerse antes que la historia!

En conclusión, estamos ante una obra que vuela entre nuestras manos, que nos sorprende enormemente (y no solo una vez) cuando parece que va a encaminarse hacia los derroteros más trillados. Además, una vez acabada, todavía nos espera una honda reflexión que permanece mucho más allá de su lectura.

Tres Ojos de Bruja

Pablo Bueno ha conseguido con Tres Ojos de Bruja algo nada fácil, escribir una novela corta perfectamente disfrutable de forma independiente y a la vez dotar de una magnífica puerta de entrada a su trilogía La Piedad del Primero. Y lo ha conseguido utilizando una brevedad a la que no nos tiene acostumbrados.

La historia, que se sitúa varios años antes de los hechos que ya conocemos, nos presenta a varios personajes que tienen que indagar sobre unos asesinatos. La narración se centra en esta investigación, sin llegar a ser un procedimental, pero claramente beneficiada por tener un misterio que resolver.

Teniendo un objetivo claro en mente (resolver el misterio) el autor se centra en las dinámicas entre los personajes, que están bien enlazadas. Si bien se puede leer de forma independiente como ya he dicho con anterioridad, el lector que ya conoce la obra de Bueno podrá disfrutar de los muchos guiños que pueblan sus páginas, además de conocer las motivaciones y la historia oculta de algunos personajes de cierta importancia en las novelas.

En cuanto a la forma en que está escrito, Pablo Bueno sigue utilizando es lenguaje “arcaizado” que le sienta bien a su fantasía épica, pero en esta ocasión con un ritmo muy conseguido, un allegro ma non troppo que hace que la lectura se acabe en un suspiro.

Una lectura muy adecuada para estos calores veraniegos.

La Hora de los Desterrados

Uno de tantos proyectos con los que empecé el año era leer más producto nacional y aunque mi lista de lectura me indica que estoy fracasando estrepitosamente en este aspecto, no por ello voy a dejar de intentarlo.

La Hora de los Desterrados es el segundo libro de Pablo Bueno, nominado a los Ignotus por su primera obra La Piedad del Primero que ya reseñamos aquí. La novela es continuación de la anterior y me temo que adolece mucho del síndrome del segundo libro.

El planteamiento de la novela es claramente una road-movie, con constantes viajes a lo largo y ancho del mundo. En este sentido se agradece la presencia de un mapa para seguir las andanzas de Marc y sus acompañantes. Por tanto, te tiene que gustar este tipo de lectura, que realmente no es de mis favoritas. Me gustaría pensar que cada desplazamiento tiene un significado claro, pero algunas veces me parece que la compañía va dando tumbos en busca del siguiente momento de interés.

Por contra, la prosa de Pablo ha evolucionado bastante. No sé si se podría describir como un castellano antiguo adaptado a los tiempos modernos o como un castellano moderno arcaizado, pero recorre esta fina línea de una manera firme y segura. Se adapta a la narración y en ningún momento chirría. Un gran logro.

La presencia de la magia es más patente en esta segunda entrega, y aunque algunas soluciones se las saca de la anchísima manga del deus ex machina (o lupus ex machina o pater ex machina o insértese aquí lo que toque ex machina), dentro de lo que cabe están entroncadas con la historia que ya conocemos. Me hubiera gustado que la narración fuera más consecuente con la presencia de la Voluntad, ya que sigue siendo un recurso infrautilizado.

También me hubiera gustado que le hubiera metido algo más de tijera al libro. Creo sinceramente que un poco de labor editorial hubiera adelgazado La Hora de los Desterrados
y así, se hubiera librado de algunos de estos pasajes de la Guía Michelín que aportan poco a la novela.

Otros aspectos positivos son el desarrollo de los personajes, a los que Pablo va dotando de más profundidad y trasfondo. Veremos cómo se desarrollan las relaciones interpersonales y cómo elementos del pasado vienen a influir en lo que pasará en el futuro. Esta continuidad incrementa mi interés por la siguiente entrega.

Ciertamente, la novela tiene fallos, pero no por ello puedo dejar de recomendarla. Pablo, ¿para cuándo el siguiente?

Crónica Niebla 2016

Desde el 30 de septiembre al 2 de octubre tuvo lugar la primera edición del Festival Niebla Salamanca, al que tuve el honor de asistir. Voy a relatar mis impresiones, aunque el resumen podría ser un : ¡viva la Niebla!

El viernes no pude asistir al principio de los actos programados porque la distancia desde mi ciudad de origen es bastante grande, pero afortunadamente llegué a tiempo para asistir al encuentro con Ken Liu. De la mano de los VerdHugos Miquel Codony y Elías Combarro pudimos conocer de primera mano la labor de este maravilloso autor.

wp_20160930_20_06_22_proPero, como suele acontecer en muchos de estos encuentros, el mejor momento llegó después, cuando pudimos compartir cena y charla con Ken Liu. Mientras él disfrutaba de la gastronomía española, atendió amablemente todas nuestras preguntas, con una humanidad y una humildad que es difícil asociar con una persona con un éxito profesional como el suyo.

El día siguiente sí que pude asistir a gran parte del programa e incluso intervenir en algunas de las charlas. El ambiente distendido de todo el festival se puso de manifiesto tanto entre el público, que fue abundante en todo momento, como entre los integrantes de las mesas. Me gustaría destacar el nuevo encuentro con Ken Liu en el que tuve el honor de participar, en esta ocasión centrado en su obra corta y  su labor como traductor. De las muchas ideas que se pudieron extraer de su conversación, me resultó especialmente atractiva su afirmación de que el traductor debe añadir algo a la obra, no solo transcribir las palabras, para que el espíritu del original aparezca en la traducción.

Creo que es importante destacar la abnegada labor de los organizadores, que sin duda perdieron varios kilos corriendo de un lado a otro para que todo estuviera en perfecto orden de revista. Sin olvidar a los demás, quiero agradecer especialmente su atención constante a Pablo Bueno y a sus clones de otra realidad (sin recurrir a universos alternativos es difícil comprender cómo pudo estar en tantos sitios) .

Me gustaron especialmente las charlas sobre la distopía y la ciencia ficción actual, aunque por regla general todas las mesas redondas me permitieron aprender algo más sobre mis géneros favoritos. Encontrarte con gente con la que hablas habitualmente por las redes sociales pero que nunca has podido desvirtualizar es la mejor excusa para asistir a este tipo de reuniones, pero si encima aprendes algo, eso que te llevas en la mochila. Algunas de estas interesantes charlas estarán disponibles en el canal YouTube de SoW, así que aprovechad también para verlas.

La piedad del primero

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Durante demasiado tiempo he tenido pendiente la primera novela de Pablo Bueno, pero al fin he conseguido encontrar el tiempo para ponerme con ella.

La piedad del primero es la novela de debut del autor y, aunque no exenta de fallos, me hace albergar esperanzas sobre su carrera literaria.

Se trata de una novela de fantasía situada en un mundo pseudomedieval, con algo de magia y bastantes escenas de acción. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. Quizá esa sea la principal crítica que le puedo hacer al libro, que me recuerda demasiado a otras lecturas. No obstante, Pablo consigue encontrar su propio camino.

Me gusta el lenguaje que utiliza, llano cuando hace falta y “cortesano” en otras circunstancias. La adaptación de la prosa a cada situación es la correcta.

Su formación como músico es evidente en la relación de la novela con la música, sutil pero importante (al menos a mi entender). Imagino que muchos de los símiles usados podrían tener cabida perfectamente en una clase, pero también son adecuados en este libro.

La parte más tópica de la novela se sitúa al principio, con unas figuras malvadas arrebatando a un niño de los brazos de su madre para lanzarlo a un duro entrenamiento del que solo sobreviven los mejores. Esto es casi el arquetipo del origen de un protagonista de una novela de fantasía épica o de espada y brujería.

No obstante, conforme va evolucionando la historia nos vamos separando un poco de esta historia típica. Me hubiera gustado que el cambio hubiera sido más radical, pero es posible que esta nueva senda la veamos en la segunda entrega de la trilogía. Yo por lo menos tengo intención de leerla.

En un ejercicio que cada vez me está gustando más, he compartido esta lectura. Es algo que os aconsejo si no lo habéis hecho nunca, ya que aporta otro punto de vista y dota de más valor al placer de la lectura.