Infernal

Suelo alternar lecturas de ciencia ficción y fantasía por no saturarme de ninguno de los géneros, pero es cierto que a veces me pasa que estoy con un audiolibro y un libro de fantasía, como ha sido el caso. Por desgracia para Infernal, en este caso ha servido para hacer aún más patentes sus fallos y debilidades, en contraste con otro libro que me ha tenido subyugada desde el principio.

Infernal utiliza el recurso del personaje con amnesia que no sabe nada sobre sí mismo, uno de los tropos más manidos de la literatura. Quizá ahí ya debería haberme dado cuenta de por donde iban a ir los derroteros, pero me despistó el ritmo bastante conseguido que el autor le imprimió a la obra, con un diálogo casi constante en primera persona que evita que se piense demasiado en la propia trama. Pero todo era un espejismo.

El protagonista tiene tanto, pero tanto poder mágico, que desde el primer momento cualquier lucha está desequilibrada. Lo único es que no recuerda cómo usarlo, pero eso se le pasa pronto. Además, ¿te hace falta volar? Pues me acabo de acordar de un constructo mágico para hacerlo. ¿Ahora quieres ver en la oscuridad? ¡Sin problema! Tú dime que vas necesitando para que avance la trama, que justo me voy a acordar de eso.

El único problemilla es que tanto usar la magia tiene un coste energético que me río yo de la huella de carbono de las industrias chinas. Pero no es nada que no se arregle comiendo pantagruélicamente: pan, frutos secos, cadáveres humanos… Porque de paso también tenemos alguna que otra escena caníbal que han sido la guinda del pastel para mí, con lo poco que me gusta el gore.

Si a todo esto le añades una bonita conspiración para derrotar el poder actual y alguna que otra horda de zombis necrománticos, el resultado es un mejunje intragable. Ni siquiera la GRAN REVELACIÓN FINAL (TM) es capaz de compensar la historia. Un libro al que no hay que acercarse, en definitiva.