La casa al final de Needless Street

Hoy tenemos la suerte de acoger en el blog a Pablo Bueno en su faceta como reseñador, contándonos sus impresiones sobre La casa al final de Needless Street. Muchas gracias por tu colaboración, Pablo.

“Vaya viaje”. Ese podría ser el resumen más sintético y sincero de mi experiencia con este libro: menuda montaña rusa plagada de subidas inciertas, descensos vertiginosos, bucles y giros inesperados (esto último no es metafórico).

Catriona Ward nos presenta aquí una obra que es sorprendente y engañosa a varios niveles. Resulta muy difícil hablar de la premisa de partida sin entrar en el desagradable reino del spoiler, pero digamos que comienza con la desaparición de una niña y con un personaje inquietante y sospechoso que tiene una extraña forma de razonar. Baste añadir que tanto los temas que se tratan como todo el elenco en sí están destinados a darnos más de una sorpresa. Este es, quizá, el punto más fuerte de la novela y lo que más he disfrutado. Hacía mucho tiempo que no tenía tan claro de qué iba lo que estaba leyendo para luego caer en una incertidumbre de la que no se termina de salir casi hasta el final. Para mí, ya lo he dicho alguna vez, esa incertidumbre es una de las sensaciones más agradables cuando me enfrento a cualquier tipo de historia, venga en la plataforma que venga. Y por cierto que, aunque en algún caso he visto que se la está relacionando con el género del terror, yo hablaría más de ese tipo de obras inquietantes un poco a lo Stephen King que no pretenden del todo activar nuestros miedos pero sí una excitante sensación de peligro.

La narración de Ward es también sobresaliente, con una capacidad descriptiva que se acomoda a las percepciones y a las voces de los distintos personajes como un guante. Esas voces, por cierto, son otro de los elementos que más destacan del libro. Únicamente necesitamos leer las primeras líneas de cada capítulo (cada uno de ellos narrado siempre por un solo personaje) para meternos no solo en el ambiente que él percibe, sino en su propio funcionamiento mental.

Estas descripciones y abundantes elementos subjetivos podrían resultar cargantes, pero lo cierto es que la narración se hace ágil y adictiva. Y, por si no fuera así, cuando parece que la trama se está deteniendo, como si dudara hacia dónde dirigirse, llega una mazazo que nos hace abrir mucho los ojos y nos pone de nuevo en movimiento sin poder dejar de pasar páginas.

La única excepción a esto es el final, que tras el momento cumbre de la trama resulta un poco más lento e incluso meditativo, aunque está justificado, como recalca la autora en las últimas secciones del libro, ¡que BAJO NINGÚN CONCEPTO deben leerse antes que la historia!

En conclusión, estamos ante una obra que vuela entre nuestras manos, que nos sorprende enormemente (y no solo una vez) cuando parece que va a encaminarse hacia los derroteros más trillados. Además, una vez acabada, todavía nos espera una honda reflexión que permanece mucho más allá de su lectura.