The Autumn Republic

The Autumn Republic es la estupenda conclusión a una trilogía fantástica más que recomendable.

Brian McClellan va madurando como autor a lo largo de las novelas. Esto se nota en un ritmo envidiable a lo largo de toda la lectura pero sobre todo en uno de sus puntos fuertes: la caracterización de los personajes. Prácticamente todos los que aparecen durante la historia evolucionan de un modo u otro, de una forma fluida y creíble. Esto es un gran acierto, vemos cómo las penurias, depravaciones y sufrimientos van forjando a Tamas, Taniel, Adamat…

Como personaje, me gusta especialmente Adamat, porque contribuye de forma fundamental a la consecución de los objetivos de toda la trilogía desde una perspectiva más humana. Vale que tiene memoria eidética, pero es un “poder” asumible, no es un despliegue pirotécnico como la magia de la que hacen gala prácticamente todos los demás. Además, es un poder sosegado, que sirve como excelente contrapunto a las escenas de acción que pueblan la obra.

Estas escenas de acción están narradas de una forma muy gráfica y comprensible, incluso los despliegues militares, con sus maniobras de pinza y sus añagazas para atraer al enemigo. No obstante, prefiero las intrigas políticas que se han ido desplegando a lo largo de las tres novelas y que aquí alcanzan su plenitud. Años de planificación, de maniobras veladas, de infiltración en las altas esferas del poder… es apasionante ver cómo toda esta preparación desemboca en un final más o menos esperado.

Entre los defectos de The Autumn Republic destacaría dos. Algunas de las casualidades que salvan a determinados personajes parecen demasiado peregrinas, como la debilidad estructural en el muro de cierta ciudad. Pero lo que menos me ha gustado es que se guarde personajes para las siguientes entregas. Entiendo que el autor quiera dejar el terreno abonado para seguir contando sus ideas sobre este mundo que ha creado, pero pienso que podría haber sido más sutil.

En marzo se publicará Sins of Empire, la esperada continuación de la obra de McClellan. Ya os contaré por que estoy muy interesada en ella.

Cuatro macronovelas

Hace unos meses Alvaro Zinos-Amaro inició un hilo en FB que me pareció muy curioso. En él pedía sugerencias sobre autores en cierto modo “especializados” en novelas muy largas. Allí surgieron varios nombres y me dio la idea de escribir este artículo, no sobre estos autores si no sobre algunas de sus obras. Me he autoimpuesto la limitación de no incluir novelas de fantasía épica, que parece que casi por definición tienen que sobrepasar las 500 paginas.

¡ADVERTENCIA! Si alguno de estos libros os llama la atención, preparad vuestras agendas para estar días o incluso semanas atrapados en ellos.

La estrella de Pandora – Judas desencadenado

El primer nombre que se viene a la cabeza cuando pienso en autores de novelas gigantescas es Peter F. Hamilton. Soy una gran admiradora de su obra, pero el libro que me convenció completamente al leerlo y que me fascinó muchísimo fue La estrella de Pandora. En realidad, creo que La estrella de Pandora – Judas desencadenado son un solo libro que se partió en dos por razones de supervivencia de la especie, ya que si se hubiera publicado en un solo volumen el peso del libro hubiera traspasado la corteza y llegado al núcleo terrestre. La complejidad de la narración, la ingente cantidad de personajes y el alcance de la historia podrían ser excesivos, pero un Hamilton en estado de gracia consigue escribir de una forma tan amena y absorbente que no puedes dejar de leer.

Jonathan Strange y el señor Norrell

Esta novela es una oda a la nota al pie de página. Un recurso al que se resisten muchos escritores y editores porque interrumpen el flujo de lectura, pero que puede proporcionar una ingente cantidad de datos para el trasfondo de cualquier novela, más aún en una situada en una historia alternativa. Solo se me ocurre otro escritor que haga tanto uso (y abuso) de las notas como Susanna Clarke y ese es Jasper Fforde.

Indudablemente tanta nota añade volumen a un libro ya de por sí largo. Pero esto es solo un añadido más a un mundo fantástico con dos personajes con maneras muy distintas de entender la magia, pero que están condenados a entenderse. El estilo arcaico de escritura dificulta un poco la lectura pero el trasfondo de las guerras napoleónicas está excelentemente conseguido.

Criptonomicón

Aunque en inglés se publicó como un solo volumen, en España se dividió en tres en un principio. El estilo de escritura de Neal Stephenson, plagado de infodumps, encuentra en esta novela ajustado equilibrio con la trama propiamente dicha. Aparecen dos hilos temporales, en la Segunda Guerra Mundial y en la actualidad, que se van entremezclando a lo largo de la novela. La base en la que se sustenta toda la historia son las matemáticas y la criptografía, ambos campos que pueden resultar áridos para el lector no especializado. No obstante, el autor consigue bajar el nivel de sus explicaciones para hacerlo bastante asequible.

Otras novelas de este autor que podrían haber tenido cabida perfectamente en este artículo son Seveneves o Reamde, pero creo que Criptonomicón es un mejor ejemplo del estilo de Stephenson.

Marte rojo

Kim Stanley Robinson es también un autor al que tener en cuenta cuando se trata de vender libros al peso. La trilogía de Marte, compuesta por Marte Rojo, Marte Verde y Marte Azul sigue siendo mi favorita del autor y en concreto su primera entrega es uno de esos libros que te deja marcado, y no solo por los músculos que tienes que desarrollar para leerlo. La aplicación de la ciencia pura y dura a un proyecto tan atrayente como es la terraformación de otro planeta es terreno abonado para el ensayo, pero conseguir “novelizarlo” es un reto del que creo que Robinson salió bien parado.

Sé que me dejo muchos libros en el tintero, como La broma infinita de David Foster Wallace o Animal Money de Cisco, sugeridos por mis compañeros fantascópicos, pero me gustaría saber también vuestras sugerencias. ¿Jerusalem de Moore?